domingo, 6 de junio de 2010
“Punto de encuentro”: la posible paz Israelí-Palestina. Artículo de Manuel Lavaniegos aparecido en La Jornada Morelos
“El problema de Palestina, la problemática de las relaciones entre judíos y árabes, es uno de los problemas políticos más difíciles de nuestro tiempo, tal vez el más difícil de todos. Vamos usar esta problemática como piedra de toque ante la cual será probado el mundo entero. Hombres muy inspirados deben surgir en todos los pueblos, hombres imparciales y que no hayan sido presa de la guerra de todos contra todos para la dominación y la posesión, ni se hayan visto envueltos en ellas. Deben congregarse hombres como éstos, para pavimentar el camino de ambos pueblos, a fin de que puedan trabajar juntos con el propósito de liberarse de esta complicada situación. Pero ellos deben ocuparse también del futuro que espera más allá del umbral de la hora presente. […] ¿Acaso podrá impulsarse con éxito semejante esfuerzo político/espiritual? Ésta es la gran pregunta, la piedra de toque para la humanidad. El destino de Palestina y el destino de toda la humanidad están ligados entre sí en este momento por un lazo oculto, lleno de peligros, pero también grávido de esperanza.”
Martin Buber [1947]1
A lo largo de los meses de mayo y junio, todos los sábados [a las 18 hrs.], se ha venido llevando a cabo el Ciclo de Cine/debate: “¿Paz o Pax en Medio Oriente?”, en la Sala Gabriel Figueroa del Cine Morelos. Abierto, gratuitamente, a todo el público. El Ciclo exhibe ocho films: “Punto de encuentro” [dirección: R. Avni/J. Bacha]; “El otro muro” [S. Bitton]; “Matzpen, israelíes antisionistas” [E. Torbiner]; “Ruta 181, fragmentos” [M. Khleif]; “Nuestra música” [J.-L. Godard]; “Z32” [J. Bekerman]; “El paraíso ahora” [H. Abu-Assad] y “Vals con Bachir” [A. Folman]. El debate convoca a un cúmulo de destacados académicos e intelectuales, provenientes de distintos campos de investigación, que participan como comentaristas: Silvana Rabinovich, Pietro Ameglio, Pilar Calveiro, Myriam Fraccia, Horacio Crespo, Rodrigo Mier, Jean-P. Jazé, Eduardo Mosches, Husni Abdel Wahed, Jean Robert, Ana M. Martinez de la Escalera, Nestor Braunstein, Irmgard Emmelielhainz, Harriet García V., Gerardo de la Fuente, Irene Fenoglio, Francesca Gargallo, Sylvia Marcos, Armando Villegas, Marcos Límenes, Pedro Miguel y Sandra Ojeda.
A 62 años de distancia de la creación del Estado de Israel [por D. Ben- Gurión, el 15 mayo de 1948] y de la llamada “Nakba” para los palestinos – la catástrofe de la ocupación de sus territorios ancestrales y el comienzo del exilio forzado de tres cuartas partes de su pueblo–2, el dilema vislumbrado por Martin Buber aún permanece sin ser despejado; el ‘lazo oculto’, más bien, se ha ido engrosando y multiplicando sus cabos con el paso de las décadas y jalonado por las violentas expansiones israelíes [1956, 1967, Muro de Cisjordania, etc.] y las contra-respuestas desesperadas de liberación por las distintas fracciones palestinas; al unísono del devenir bélico del contexto internacional del Oriente Medio, y el sucesivo fracaso de iniciativas de paz emprendidas, incluyendo la Resolución 194 de la ONU. La situación sigue siendo dramática para ambos pueblos y, sin embargo, ‘grávida de esperanzas’, tan sólo porque de ambos lados, tanto del palestino como el israelí, la gente busca soluciones no violentas. Todo ello, basta para considerar la pertinencia de este Ciclo de Cine/debate, como una excelente oportunidad para reflexionar sobre los actuales contornos del complejo conflicto israelí-palestino y las muchas razones por las que continua siendo una ‘piedra de toque’ para la situación humana contemporánea.
Sobre todo, con la intención de invitar al lector a la participación en dicho Ciclo y a ponerse en contacto con sus materiales y eventos, a continuación apuntamos algunos comentarios a la estremecedora película que me toco en suerte mirar. Se trata del excepcional documental “Punto de encuentro” [Encounter point], realizado en 2005, con plena conciencia y cuidado acerca de las, espinosas y urgentísimas, situaciones y esfuerzos humanos, en un entorno cotidiano social habituado a la prolongada guerra de variable intensidad, que se alarga, de una u otra manera, por más de medio siglo. En efecto, creo que los realizadores – Ronit Avni / Julia Bacha y su equipo – han tenido la lucidez y sensibilidad de construir un film que no sólo testimonia sobre una real alternativa, en marcha, que busca, sobre todo, establecer un movimiento de ‘enlaces abiertos’ entre personas pertenecientes a los bandos enfrentados – palestinos e israelíes – sino que, al mismo tiempo, la película logra, por su cuidadosa atención, constituirse, ella misma, en un enlace-abierto para nosotros, los espectadores.
Un enlace-abierto o “Punto de encuentro” para replantearnos otras y las propias condiciones sobre el modo de afrontar las generalizadas situaciones de opresión, intolerancia, violencia e inhumanidad, que brotan, como el amargo ‘pan de cada día’, de un contexto de “Globalización negativa”, para decirlo con la noción acuñada por el sociólogo Zygmund Bauman, que se fue configurando a lo largo del siglo XX y marca su continuidad con lo que va del XXI; complicado proceso mundial que, por lo demás, es, en sus rasgos básicos, el mismo que dio lugar al intrincamiento actual de la guerra – formal e informal – israelí/palestina, a la que el movimiento de resistencia pacífica de las “Familias en duelo” intenta responder, y del cual el reportaje busca ser fiel testigo.
Me parece, que la cualidad fundamental tanto del film como lo que, aún es más decisivo, del propio movimiento del “Foro de las familias en duelo” por sus mutuas victimas palestinas e israelíes, es la de una ‘elemental sencillez’, también podríamos decir, de transparencia, de sinceridad, en torno de sus objetivos, límites y modo de proceder ante un conflicto extremo y altamente complejo – que abarca todas las esferas: económica, política, religiosa, socio/cultural –, cuyas proporciones parecen ser inconmensurables – debido a los intereses inmiscuidos, tanto regionales como internacionales – para la escala de los individuos y sus comunidades inmediatas, que ven trastornada y arrasada su cotidianidad por las monstruosas inercias enfrentadas de poder.
“Ecounter point” nos da, así, un muestrario de los itinerarios de la lucha y el esfuerzo por abrir y diseminar, cada vez un poco más, puntos de encuentro abocados a la tarea “elemental y sencilla” de compartir el dolor por los seres queridos – hijos, padres, hermanos, abuelos, parientes y amigos, etc. – muertos por acciones del bando contrario y, precisamente, se trata de compartir ese agudo dolor confrontándole con el dolor de esos “otros”, los supuestamente “enemigos”, que han perdido también a los suyos en manos de los “nuestros”; y, todo esto, con el fin de evitar nuevas víctimas y victimarios, de promover la paz en términos inmediatos: ¡Ni un muerto más!, ¡Fin a la matanza!
La judía Robi Damelin, cuyo hijo David fue muerto por un francotirador palestino, declara: “- Se trata de superar el rencor, el coraje con uno mismo, por no proteger al hijo, al marido, al padre, etc.; para no perpetuar el ciclo de la venganza y la violencia.”
Después de contemplar el film, nos podemos dar cuenta de la “elemental sencillez” del planteamiento – el de una alternativa que podríamos, tal vez, calificar de “trans-política”, “inter-étnica”, “trans-estatal”, es decir, que se plantea ir más allá de los discursos dominantes: bélicos, político/nacionales o estatales, mundiales y mediáticos –; al exigir el inaplazable cese al fuego y a la presión armada por ambas partes, independientemente de las negociaciones ulteriores y sus resultados que, por supuesto, sólo tendrían sentido con el respeto a los Derechos Humanos de ambos lados.
El palestino Alí Abud Awwad, varías veces preso, lo mismo que su madre, con un hermano muerto y un sobrino herido, le dice a amigos suyos en una álgida discusión: “- Hace 56 años se habla de eliminar a los judíos y no hacemos sino retroceder. Tratemos de cambiar de estrategia por una vez. Tal vez podría funcionar.” A lo que un muchacho responde: “-No queremos la paz, los árabes no queremos la paz. Tenemos que resistir y hacer la guerra”. Ali Abud A., a su vez, le contesta: “- No soy diferente de ti, yo también resisto. Pero mi manera de resistir es diferente. Piensa que a nuestra causa justa la han llamado terrorista. Nunca hemos sido terroristas. Pero, hay que convencer al mundo que no lo somos.”
O el veterano de guerra israelí Tzvika Shahak, con su hija muerta por un atentado, expresa, con pleno conocimiento de causa: “Hemos intentado todo tipo de caminos de inteligencia militar para solucionar la situación, todos ellos han fracasado, porqué no intentar el de la paz.”
Con el film, que nos lleva a recorrer las vicisitudes de los activistas del ‘Foro de las Familias en Duelo’, tanto por las zonas israelíes como por las palestinas, al mismo tiempo, nos damos cuenta, de la candente conciencia y sinceridad con que es declarada su enorme dificultad.
La tremenda dificultad inicial o resistencia de encarar al otro, de reconocerse en su dolor y entablar con él un puente de comprensión, que vaya arrancándole la máscara del furibundo enemigo, a la que nuestra percepción se halla habituada, para vislumbrar su fragilidad y potencialidad humana. Algo, pues, en extremo difícil, porque empieza desde nosotros mismos y conlleva dar la espalda al entorno que nos rodea donde se afirman los valores de poder efectivos; enormemente difícil, porque implica el reconocimiento de que también hemos sido presas de estrategias de dominio, de campañas de intoxicación propagandística, empeñadas y diseñadas expresamente para generar, lo que el escritor libanés Amin Maalouf denomina: “Identidades asesinas” 3.
Estas “identidades asesinas” siempre operan desde el fuera, estigmatizando al otro, al señalarle y delimitar su personalidad reduciéndole a un signo – racial, étnico, político, sexual, cultural, religioso, etc. –; de hecho, operan estas identidades recortando al otro, del que sólo se esperan conductas estereotipadas y ante él cual respondemos, así mismo, de manera estereotipada. Ante estas tachaduras de su persona – que es, en esencia, singular e irreductible y, en mucho, cambiante e imprevisible –, al individuo reducido y acorralado por los agresivos marcajes sólo le queda la disyuntiva siniestra entre subordinarse bajo estos estereotipos, o, por el contrario, re-afirmarse en ellos, con pareja agresividad. Por supuesto, aquí nos encontramos con un mecanismo que compacta al “Yo” y lo clausura, en el sentido de una transformación de “sí mismo”, la cual, sólo es posible en la medida en que nuestro “Yo” se fisura, se abre al contacto de la “mirada del otro”, en virtud de captar su alteridad y diferencia, auténtica premisa para que cualquier diálogo sea posible, como ha reflexionado el filósofo judío Emmanuel Levinas 4.
Pienso, que todo lo dicho, se exhibe de manera elocuente en el film “Punto de encuentro”, que, además, muestra que el perverso mecanismo de la aplicación de identidades ideologizadas no únicamente se ejerce respecto del enemigo sino que opera en el seno mismo del propio bando, de la propia comunidad [en un momento el palestino Ali Abud A., comenta: “- aquí a todo el que propugna por la paz le llaman ‘normalizador’, en el sentido de ‘colaboracionista’ con los israelíes, es decir, traidor”; o cuando la israelí Robi Damelin, en discusión con los colonos también israelíes, ante el acoso de la discusión tiene que declararse: “-¡oye, yo también, soy sionista, pero a mi manera…etc.]. Por otra parte, el reforzamiento ideológico y la represión de cualquier disidencia en el seno de una comunidad, nación, partido o ejército, es un mecanismo propio de la maquinaria de la guerra, que, muchas veces opta, por señalar y suprimir a un ‘chivo expiatorio’ de su propio bando denunciándole como “traidor a la patria, traidor a los mártires”; obteniendo, con ello, un refuerzo a la incondicionalidad dogmática por parte de sus demás miembros. Se trata del conocido fenómeno la simetría o “mimesis” de la estructura de poder [R. Girard] que se vuelve común a ambos bandos.
Otra de las premisas que me parece esencial a la “sencillez elemental” es la de la conciencia de que ese dolor –irreductible, inconmensurable – pero compartido, como piedra angular en el largísimo camino de resistencia pacifica hacia el perdón y la reconciliación entre israelíes y palestinos, ese dolor está siendo permanentemente (lo dicen textualmente varios participantes del Foro, en distintas ocasiones) “usado por los políticos para justificar sus matanzas”. Se trata, de la peligrosa instrumentalización del dolor que ha teñido con su sello la larga historia humana de la guerra y, en particular, todo el devenir del conflicto palestino/israelí. En buena, parte la tarea alternativa del Foro reside en impedir la nefasta desviación del autentico y legitimo dolor – en última instancia inconsolable –, y de los sentimientos concomitantes que genera, hacia la movilización manipulada del odio, el rencor y la venganza hacia la otra comunidad. De alguna manera el auténtico duelo por los seres queridos victimados no debería pasar – como ya lo advertía Elías Canetti – por el orgullo del “Sobreviviente”, que se levanta con el poder asentado y justificado sobre el cadáver de la víctima.
Todos nosotros, en alguna medida, sabemos que la legitima aspiración a fundar un estado/nación por la comunidad judía tras la Shoa o el Holocausto, sobre todo, promovida por el movimiento Sionista, desde su instalación auspiciada por las potencias occidentales en el Medio Oriente, se realizo en términos completamente desfavorables e injustos, a manera de una ocupación colonial sobre las comunidades palestinas empobrecidas. Por ello, también, sabemos, que es igualmente legitima la aspiración al establecimiento y desarrollo de un estado/nación palestino, para auspiciar el retorno a su tierra de muchos de su inmensa emigración forzada; que es necesario que se restablezca las territorialidades y el gobierno de ambos pueblos, tras las violentísimas expansiones militares israelíes y la extensión militarizada de poblamiento de colonos. Así mismo, sabemos, que este proceso se ha desarrollado en el marco del complejísimo juego de fuerzas geopolíticas y militares que se juegan entre las potencias – EUA, Rusia, Inglaterra, Francia, etc. – y el abigarrado y también conflictivo mosaico de los países árabes, con sus muy desiguales composiciones internas, por el control y predominio del Oriente Medio.
Podemos, así mismo, afirmar que en la mayoría de los factores en conflicto no sólo arrastran una desgarrada historia milenaria sino que en todos ellos, salvo rarísimas excepciones, se han operado procesos de “integrismo” o “fundamentalismo” político/religioso que, continuamente, empujan a sus comunidades por la senda del dogmatismo regresivo e inhumano como fermento de la guerra a muerte, por lo demás, benéfica para la industria bélica y tecnológica capitalista, que ejerce su presión globalizante sin importarle sus costes humanos.
En ciertas secuencias de “Enconter point” despuntan fragmentarios, pero nítidos, destellos de memoria de una comunidad espiritual y religiosa milenaria compartida por ambos pueblos – su mutuo origen semítico, descendientes de Abraham y en el cauce de una común revelación –, que es interpretada en sentido de tolerancia, comprensión y promesa de reconciliación, es decir, en una senda radicalmente opuesta al maniqueísmo fundamentalista. Por ejemplo, entre los jóvenes palestinos en polémica, uno de ellos dice: “-No harás ninguna diferencia entre los pueblos del Libro [Biblia]”. Otro le replica: “-Déjame en paz con tus historias del Libro”. A lo que el primero contesta: “-Todo lo que digo está en el Corán…Dios creo también a los judíos.” O en la impresionante escena del sepelio multitudinario de Christine Sa’adeh, niña palestina de nueve años abatida durante una balacera por soldados israelíes, toda la gente va coreando: “-¡La voz de Christine nos llama! - ¡No me olviden amigos míos! -¡En nombre de la Biblia y el Corán!”.
Ante este monumental conglomerado de condiciones de hecho, de inextricables intereses enfrentados, la alternativa de resistencia pacífica y de confraternización diseminada sólo puede abogar por un desmantelamiento, por un permanente “desarmar” una por una, todo el tiempo, los dispositivos alienantes de poder. Ali Abud A. insiste: “– Estoy dispuesto a discutir y sostener esta alternativa con quien sea, con un individuo, con una comunidad, con una organización.” Pues, sea cual sea la solución o postergación política/económica del conflicto, el re-encuentro, el reconocimiento y la comprensión tolerante, entre palestinos e israelíes, para compartir su cotidianidad es la auténtica solución real del conflicto, la real finalización de la guerra.
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1- Martin Buber, “Dos pueblos en Palestina” escrito en 1947, y publicado en la compilación: “Una tierra para dos pueblos. Escritos políticos sobre la cuestión judeo-árabe”, preparada por Paul R. Mendes-Flohr, y, recientemente, traducida al español por Silvana Rabinovich; España, ed. Sigueme y UNAM, 2009; pp. 204-213. 2- Véase: Nabil Shaath, “La ‘Nakba’ palestina” en el periódico “El País”, sábado 15 de mayo 2010; pp. 29 y 30.
3- Amin Maalouf, “Identidades asesinas”, Madrid, Alianza, 1999
4- Véase: Emmanuel Levinas, “Entre nosotros. Ensayos para pensar en otro” [España, Pre-textos, 1993] y “Humanismo del otro hombre” [México, SigloXXI, 1993].
Martin Buber [1947]1
A lo largo de los meses de mayo y junio, todos los sábados [a las 18 hrs.], se ha venido llevando a cabo el Ciclo de Cine/debate: “¿Paz o Pax en Medio Oriente?”, en la Sala Gabriel Figueroa del Cine Morelos. Abierto, gratuitamente, a todo el público. El Ciclo exhibe ocho films: “Punto de encuentro” [dirección: R. Avni/J. Bacha]; “El otro muro” [S. Bitton]; “Matzpen, israelíes antisionistas” [E. Torbiner]; “Ruta 181, fragmentos” [M. Khleif]; “Nuestra música” [J.-L. Godard]; “Z32” [J. Bekerman]; “El paraíso ahora” [H. Abu-Assad] y “Vals con Bachir” [A. Folman]. El debate convoca a un cúmulo de destacados académicos e intelectuales, provenientes de distintos campos de investigación, que participan como comentaristas: Silvana Rabinovich, Pietro Ameglio, Pilar Calveiro, Myriam Fraccia, Horacio Crespo, Rodrigo Mier, Jean-P. Jazé, Eduardo Mosches, Husni Abdel Wahed, Jean Robert, Ana M. Martinez de la Escalera, Nestor Braunstein, Irmgard Emmelielhainz, Harriet García V., Gerardo de la Fuente, Irene Fenoglio, Francesca Gargallo, Sylvia Marcos, Armando Villegas, Marcos Límenes, Pedro Miguel y Sandra Ojeda.
A 62 años de distancia de la creación del Estado de Israel [por D. Ben- Gurión, el 15 mayo de 1948] y de la llamada “Nakba” para los palestinos – la catástrofe de la ocupación de sus territorios ancestrales y el comienzo del exilio forzado de tres cuartas partes de su pueblo–2, el dilema vislumbrado por Martin Buber aún permanece sin ser despejado; el ‘lazo oculto’, más bien, se ha ido engrosando y multiplicando sus cabos con el paso de las décadas y jalonado por las violentas expansiones israelíes [1956, 1967, Muro de Cisjordania, etc.] y las contra-respuestas desesperadas de liberación por las distintas fracciones palestinas; al unísono del devenir bélico del contexto internacional del Oriente Medio, y el sucesivo fracaso de iniciativas de paz emprendidas, incluyendo la Resolución 194 de la ONU. La situación sigue siendo dramática para ambos pueblos y, sin embargo, ‘grávida de esperanzas’, tan sólo porque de ambos lados, tanto del palestino como el israelí, la gente busca soluciones no violentas. Todo ello, basta para considerar la pertinencia de este Ciclo de Cine/debate, como una excelente oportunidad para reflexionar sobre los actuales contornos del complejo conflicto israelí-palestino y las muchas razones por las que continua siendo una ‘piedra de toque’ para la situación humana contemporánea.
Sobre todo, con la intención de invitar al lector a la participación en dicho Ciclo y a ponerse en contacto con sus materiales y eventos, a continuación apuntamos algunos comentarios a la estremecedora película que me toco en suerte mirar. Se trata del excepcional documental “Punto de encuentro” [Encounter point], realizado en 2005, con plena conciencia y cuidado acerca de las, espinosas y urgentísimas, situaciones y esfuerzos humanos, en un entorno cotidiano social habituado a la prolongada guerra de variable intensidad, que se alarga, de una u otra manera, por más de medio siglo. En efecto, creo que los realizadores – Ronit Avni / Julia Bacha y su equipo – han tenido la lucidez y sensibilidad de construir un film que no sólo testimonia sobre una real alternativa, en marcha, que busca, sobre todo, establecer un movimiento de ‘enlaces abiertos’ entre personas pertenecientes a los bandos enfrentados – palestinos e israelíes – sino que, al mismo tiempo, la película logra, por su cuidadosa atención, constituirse, ella misma, en un enlace-abierto para nosotros, los espectadores.
Un enlace-abierto o “Punto de encuentro” para replantearnos otras y las propias condiciones sobre el modo de afrontar las generalizadas situaciones de opresión, intolerancia, violencia e inhumanidad, que brotan, como el amargo ‘pan de cada día’, de un contexto de “Globalización negativa”, para decirlo con la noción acuñada por el sociólogo Zygmund Bauman, que se fue configurando a lo largo del siglo XX y marca su continuidad con lo que va del XXI; complicado proceso mundial que, por lo demás, es, en sus rasgos básicos, el mismo que dio lugar al intrincamiento actual de la guerra – formal e informal – israelí/palestina, a la que el movimiento de resistencia pacífica de las “Familias en duelo” intenta responder, y del cual el reportaje busca ser fiel testigo.
Me parece, que la cualidad fundamental tanto del film como lo que, aún es más decisivo, del propio movimiento del “Foro de las familias en duelo” por sus mutuas victimas palestinas e israelíes, es la de una ‘elemental sencillez’, también podríamos decir, de transparencia, de sinceridad, en torno de sus objetivos, límites y modo de proceder ante un conflicto extremo y altamente complejo – que abarca todas las esferas: económica, política, religiosa, socio/cultural –, cuyas proporciones parecen ser inconmensurables – debido a los intereses inmiscuidos, tanto regionales como internacionales – para la escala de los individuos y sus comunidades inmediatas, que ven trastornada y arrasada su cotidianidad por las monstruosas inercias enfrentadas de poder.
“Ecounter point” nos da, así, un muestrario de los itinerarios de la lucha y el esfuerzo por abrir y diseminar, cada vez un poco más, puntos de encuentro abocados a la tarea “elemental y sencilla” de compartir el dolor por los seres queridos – hijos, padres, hermanos, abuelos, parientes y amigos, etc. – muertos por acciones del bando contrario y, precisamente, se trata de compartir ese agudo dolor confrontándole con el dolor de esos “otros”, los supuestamente “enemigos”, que han perdido también a los suyos en manos de los “nuestros”; y, todo esto, con el fin de evitar nuevas víctimas y victimarios, de promover la paz en términos inmediatos: ¡Ni un muerto más!, ¡Fin a la matanza!
La judía Robi Damelin, cuyo hijo David fue muerto por un francotirador palestino, declara: “- Se trata de superar el rencor, el coraje con uno mismo, por no proteger al hijo, al marido, al padre, etc.; para no perpetuar el ciclo de la venganza y la violencia.”
Después de contemplar el film, nos podemos dar cuenta de la “elemental sencillez” del planteamiento – el de una alternativa que podríamos, tal vez, calificar de “trans-política”, “inter-étnica”, “trans-estatal”, es decir, que se plantea ir más allá de los discursos dominantes: bélicos, político/nacionales o estatales, mundiales y mediáticos –; al exigir el inaplazable cese al fuego y a la presión armada por ambas partes, independientemente de las negociaciones ulteriores y sus resultados que, por supuesto, sólo tendrían sentido con el respeto a los Derechos Humanos de ambos lados.
El palestino Alí Abud Awwad, varías veces preso, lo mismo que su madre, con un hermano muerto y un sobrino herido, le dice a amigos suyos en una álgida discusión: “- Hace 56 años se habla de eliminar a los judíos y no hacemos sino retroceder. Tratemos de cambiar de estrategia por una vez. Tal vez podría funcionar.” A lo que un muchacho responde: “-No queremos la paz, los árabes no queremos la paz. Tenemos que resistir y hacer la guerra”. Ali Abud A., a su vez, le contesta: “- No soy diferente de ti, yo también resisto. Pero mi manera de resistir es diferente. Piensa que a nuestra causa justa la han llamado terrorista. Nunca hemos sido terroristas. Pero, hay que convencer al mundo que no lo somos.”
O el veterano de guerra israelí Tzvika Shahak, con su hija muerta por un atentado, expresa, con pleno conocimiento de causa: “Hemos intentado todo tipo de caminos de inteligencia militar para solucionar la situación, todos ellos han fracasado, porqué no intentar el de la paz.”
Con el film, que nos lleva a recorrer las vicisitudes de los activistas del ‘Foro de las Familias en Duelo’, tanto por las zonas israelíes como por las palestinas, al mismo tiempo, nos damos cuenta, de la candente conciencia y sinceridad con que es declarada su enorme dificultad.
La tremenda dificultad inicial o resistencia de encarar al otro, de reconocerse en su dolor y entablar con él un puente de comprensión, que vaya arrancándole la máscara del furibundo enemigo, a la que nuestra percepción se halla habituada, para vislumbrar su fragilidad y potencialidad humana. Algo, pues, en extremo difícil, porque empieza desde nosotros mismos y conlleva dar la espalda al entorno que nos rodea donde se afirman los valores de poder efectivos; enormemente difícil, porque implica el reconocimiento de que también hemos sido presas de estrategias de dominio, de campañas de intoxicación propagandística, empeñadas y diseñadas expresamente para generar, lo que el escritor libanés Amin Maalouf denomina: “Identidades asesinas” 3.
Estas “identidades asesinas” siempre operan desde el fuera, estigmatizando al otro, al señalarle y delimitar su personalidad reduciéndole a un signo – racial, étnico, político, sexual, cultural, religioso, etc. –; de hecho, operan estas identidades recortando al otro, del que sólo se esperan conductas estereotipadas y ante él cual respondemos, así mismo, de manera estereotipada. Ante estas tachaduras de su persona – que es, en esencia, singular e irreductible y, en mucho, cambiante e imprevisible –, al individuo reducido y acorralado por los agresivos marcajes sólo le queda la disyuntiva siniestra entre subordinarse bajo estos estereotipos, o, por el contrario, re-afirmarse en ellos, con pareja agresividad. Por supuesto, aquí nos encontramos con un mecanismo que compacta al “Yo” y lo clausura, en el sentido de una transformación de “sí mismo”, la cual, sólo es posible en la medida en que nuestro “Yo” se fisura, se abre al contacto de la “mirada del otro”, en virtud de captar su alteridad y diferencia, auténtica premisa para que cualquier diálogo sea posible, como ha reflexionado el filósofo judío Emmanuel Levinas 4.
Pienso, que todo lo dicho, se exhibe de manera elocuente en el film “Punto de encuentro”, que, además, muestra que el perverso mecanismo de la aplicación de identidades ideologizadas no únicamente se ejerce respecto del enemigo sino que opera en el seno mismo del propio bando, de la propia comunidad [en un momento el palestino Ali Abud A., comenta: “- aquí a todo el que propugna por la paz le llaman ‘normalizador’, en el sentido de ‘colaboracionista’ con los israelíes, es decir, traidor”; o cuando la israelí Robi Damelin, en discusión con los colonos también israelíes, ante el acoso de la discusión tiene que declararse: “-¡oye, yo también, soy sionista, pero a mi manera…etc.]. Por otra parte, el reforzamiento ideológico y la represión de cualquier disidencia en el seno de una comunidad, nación, partido o ejército, es un mecanismo propio de la maquinaria de la guerra, que, muchas veces opta, por señalar y suprimir a un ‘chivo expiatorio’ de su propio bando denunciándole como “traidor a la patria, traidor a los mártires”; obteniendo, con ello, un refuerzo a la incondicionalidad dogmática por parte de sus demás miembros. Se trata del conocido fenómeno la simetría o “mimesis” de la estructura de poder [R. Girard] que se vuelve común a ambos bandos.
Otra de las premisas que me parece esencial a la “sencillez elemental” es la de la conciencia de que ese dolor –irreductible, inconmensurable – pero compartido, como piedra angular en el largísimo camino de resistencia pacifica hacia el perdón y la reconciliación entre israelíes y palestinos, ese dolor está siendo permanentemente (lo dicen textualmente varios participantes del Foro, en distintas ocasiones) “usado por los políticos para justificar sus matanzas”. Se trata, de la peligrosa instrumentalización del dolor que ha teñido con su sello la larga historia humana de la guerra y, en particular, todo el devenir del conflicto palestino/israelí. En buena, parte la tarea alternativa del Foro reside en impedir la nefasta desviación del autentico y legitimo dolor – en última instancia inconsolable –, y de los sentimientos concomitantes que genera, hacia la movilización manipulada del odio, el rencor y la venganza hacia la otra comunidad. De alguna manera el auténtico duelo por los seres queridos victimados no debería pasar – como ya lo advertía Elías Canetti – por el orgullo del “Sobreviviente”, que se levanta con el poder asentado y justificado sobre el cadáver de la víctima.
Todos nosotros, en alguna medida, sabemos que la legitima aspiración a fundar un estado/nación por la comunidad judía tras la Shoa o el Holocausto, sobre todo, promovida por el movimiento Sionista, desde su instalación auspiciada por las potencias occidentales en el Medio Oriente, se realizo en términos completamente desfavorables e injustos, a manera de una ocupación colonial sobre las comunidades palestinas empobrecidas. Por ello, también, sabemos, que es igualmente legitima la aspiración al establecimiento y desarrollo de un estado/nación palestino, para auspiciar el retorno a su tierra de muchos de su inmensa emigración forzada; que es necesario que se restablezca las territorialidades y el gobierno de ambos pueblos, tras las violentísimas expansiones militares israelíes y la extensión militarizada de poblamiento de colonos. Así mismo, sabemos, que este proceso se ha desarrollado en el marco del complejísimo juego de fuerzas geopolíticas y militares que se juegan entre las potencias – EUA, Rusia, Inglaterra, Francia, etc. – y el abigarrado y también conflictivo mosaico de los países árabes, con sus muy desiguales composiciones internas, por el control y predominio del Oriente Medio.
Podemos, así mismo, afirmar que en la mayoría de los factores en conflicto no sólo arrastran una desgarrada historia milenaria sino que en todos ellos, salvo rarísimas excepciones, se han operado procesos de “integrismo” o “fundamentalismo” político/religioso que, continuamente, empujan a sus comunidades por la senda del dogmatismo regresivo e inhumano como fermento de la guerra a muerte, por lo demás, benéfica para la industria bélica y tecnológica capitalista, que ejerce su presión globalizante sin importarle sus costes humanos.
En ciertas secuencias de “Enconter point” despuntan fragmentarios, pero nítidos, destellos de memoria de una comunidad espiritual y religiosa milenaria compartida por ambos pueblos – su mutuo origen semítico, descendientes de Abraham y en el cauce de una común revelación –, que es interpretada en sentido de tolerancia, comprensión y promesa de reconciliación, es decir, en una senda radicalmente opuesta al maniqueísmo fundamentalista. Por ejemplo, entre los jóvenes palestinos en polémica, uno de ellos dice: “-No harás ninguna diferencia entre los pueblos del Libro [Biblia]”. Otro le replica: “-Déjame en paz con tus historias del Libro”. A lo que el primero contesta: “-Todo lo que digo está en el Corán…Dios creo también a los judíos.” O en la impresionante escena del sepelio multitudinario de Christine Sa’adeh, niña palestina de nueve años abatida durante una balacera por soldados israelíes, toda la gente va coreando: “-¡La voz de Christine nos llama! - ¡No me olviden amigos míos! -¡En nombre de la Biblia y el Corán!”.
Ante este monumental conglomerado de condiciones de hecho, de inextricables intereses enfrentados, la alternativa de resistencia pacífica y de confraternización diseminada sólo puede abogar por un desmantelamiento, por un permanente “desarmar” una por una, todo el tiempo, los dispositivos alienantes de poder. Ali Abud A. insiste: “– Estoy dispuesto a discutir y sostener esta alternativa con quien sea, con un individuo, con una comunidad, con una organización.” Pues, sea cual sea la solución o postergación política/económica del conflicto, el re-encuentro, el reconocimiento y la comprensión tolerante, entre palestinos e israelíes, para compartir su cotidianidad es la auténtica solución real del conflicto, la real finalización de la guerra.
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1- Martin Buber, “Dos pueblos en Palestina” escrito en 1947, y publicado en la compilación: “Una tierra para dos pueblos. Escritos políticos sobre la cuestión judeo-árabe”, preparada por Paul R. Mendes-Flohr, y, recientemente, traducida al español por Silvana Rabinovich; España, ed. Sigueme y UNAM, 2009; pp. 204-213. 2- Véase: Nabil Shaath, “La ‘Nakba’ palestina” en el periódico “El País”, sábado 15 de mayo 2010; pp. 29 y 30.
3- Amin Maalouf, “Identidades asesinas”, Madrid, Alianza, 1999
4- Véase: Emmanuel Levinas, “Entre nosotros. Ensayos para pensar en otro” [España, Pre-textos, 1993] y “Humanismo del otro hombre” [México, SigloXXI, 1993].
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