Chris Hedges hizo esta s declaraciones en la noche del jueves [5 de agosto] en la Ciudad de Nueva York en un evento que tenía como objetivo recaudar fondos para fletar un barco estadounidense que rompa el bloqueo de Gaza. Puede encontrarse más información en www.ustogaza.org Cuando viví en Jerusalén, tenía una amiga que me confió que en su condición de estudiante de universidad en EEUU asistía a eventos como estos, escribía informes y los remitía al consulado de Israel a cambio de dinero. Sería inocente asumir que esta práctica israelí no existe ya. Por eso, quiero esta noche dirigirme primero a la persona, o a las personas, que puedan haber acudido a este acto con el objetivo de informar del mismo al gobierno israelí.
Me gustaría recordarles que son ellos quienes se ocultan en la oscuridad. Soy yo quien permanece en la luz. Son ellos los que engañan. Somos nosotros los que abiertamente proclamamos nuestra compasión y exigimos justicia para quienes sufren en Gaza. No tenemos miedo de decir nuestros nombres. No tenemos miedo de expresar nuestras creencias. Y sabemos algo ante lo que quizá ellos sienten pavor. Como dijo Martin Luther King, el arco del universo moral es largo pero se inclina del lado de la justicia, y ese arco está descendiendo con furia justa y avanzando con estruendo sobre el gobierno israelí.
Podéis tener los bulldozer, los aviones y los helicópteros que reducen las casas a escombros, los comandos que descienden por una cuerda sobre los buques y matan a civiles desarmados en alta mar o en Gaza con todo el inmenso poder del estado respaldándoos. Nosotros tenemos tan sólo nuestras manos y nuestros corazones y nuestras voces. Pero tomad nota de esto. Anotadlo bien. Sois vosotros los que tenéis miedo de nosotros. Nosotros no os tememos. Seguiremos trabajando y rezando, protestando y denunciando, seguiremos presionando a vuestra marina de guerra y a vuestro ejército con tan sólo nuestros cuerpos hasta que probemos que la fuerza de la moralidad y de la justicia es mayor que la del odio y la violencia. Y después, cuando haya libertad en Gaza, os perdonaremos. Os pediremos que compartáis el pan con nosotros. Bendeciremos a vuestros niños aunque vosotros no hayáis sentido la menor piedad por los niños de los que ocupabais. Y quizá sea esta compasión, quizá sea el insuperable y definitivo poder del amor lo que más consiga perturbaros.
Y por eso, esta noche, una noche en que algunos tratan de decir nombres y otros tratan de esconder nombres, permitidme que diga algo. Permitidme que llame a las cosas por su nombre. Permitidme ir al grano en medio de la jerga y los eufemismos que utilizamos para enmascarar el sufrimiento humano y los crímenes de guerra. “Cierre” significa que los soldados fuertemente armados que cercan los guetos palestinos le niegan a quienes están atrapados dentro el alimento o los servicios más básicos –incluyendo juguetes, cuchillas, chocolate, cañas de pescar e instrumentos musicales- y llevan a cabo una política brutal de castigo colectivo que constituye un delito bajo el derecho internacional. “Tierra en disputa”, significa tierra expoliada a los palestinos. “Enfrentamientos” significa, casi siempre, asesinar o herir a palestinos desarmados, incluidos los niños. “Barriadas judías en Cisjordania” significa recintos tipo fortaleza que sirven como puesto de avanzada del ejército en la campaña de limpieza étnica de los palestinos. “Asesinatos selectivos” significa asesinatos extrajudiciales. “Ataques aéreos contra puestos de combatientes que fabrican bombas” significa arrojar inmensas bombas de hierro de fragmentación desde aviones de combate sobre barriadas densamente pobladas que siempre dejan decenas de muertos y heridos. “Proceso de paz” significa una ruta de sentido único para aplastar a los palestinos como pueblo.
Esos son algunos de los nombres. Pero hay más. El 6 de enero de 2009, al Dr. Izzeldin Abuelaish, cuando era ya avanzada la tarde, se le obsequió con un par de proyectiles lanzados desde un tanque que destrozaron una habitación de su apartamento en Gaza, matando a tres de sus hijas –Besan, Mayar y Aya-, además de una de sus sobrinas, Nur.
“Tengo derecho a sentir rabia”, dice Abuelaish. “Pero a la vez me pregunto, ‘¿hago bien?’ Tanta gente espera que me ponga a odiar. La respuesta que les doy es que no odiaré.”
“ ¿A quién odiar?”, se pregunta el ginecólogo de 55 años de edad, que nada más nacer se convirtió en refugiado palestino y creció en medio de la pobreza. “¿A mis amigos israelíes?” “¿A mis colegas israelíes?” “¿A los bebés israelíes a los que he ayudado a nacer?”
El poeta palestino Taha Muhammad Ali describió este sentimiento en su poema “Venganza”:
A veces… deseo
poder encontrarme en un duelo
con el hombre que asesinó a mi padre
y arrasó nuestro hogar
expulsándome
hacia un estrecho país.
Si me hubiera matado
hubiera descansado al fin,
y si hubiera estado preparado
¡habría llevado a cabo mi venganza!
*
Pero cuando apareció mi rival
y supe que tenía madre
que estaría esperándole
o un padre que se pondría
la mano derecha
sobre el pecho, en el lugar del corazón
cada vez que su hijo llegara tarde
aunque fuera un cuarto de hora
de la cita de una reunión
ya no le mataría entonces,
aunque pudiera.
*
De igual manera…
tampoco le asesinaría
si me enterara enseguida
de que tenía hermano o hermanas
que le amaban y que constantemente anhelaban verle.
O si tuviera una esposa para darle la bienvenida
y niños que
no podrían soportar su ausencia
y a quienes sus regalos emocionarían.
O si tuviera
a migos o compañeros
o vecinos conocidos
o aliados en la prisión
o en la habitación de un hospital
o compañeros de colegio…
preguntando por él
y enviándole sus saludos.
*
Pero si resultara
que es una persona en soledad
desgajada de todo
como la rama de un árbol
sin hermanos ni hermanas
sin esposa ni niños
y sin familiares ni vecinos ni amigos,
n i colegas ni compañeros,
Entonces, ¿para que añadir más dolor
a esa soledad?
Ni el tormento de la muerte
ni la pena del fallecimiento.
No, me limitaría
a ignorarle cuando pasara a su lado
por la calle, como
si estuviera convencido
de que no prestarle atención
era ya en sí un tipo de venganza.
Y si estas palabras representan lo que supone ser musulmán, y creo que sí, soy también musulmán, seguidor del profeta, que la paz sea con él.
El barco a Gaza se llamará “La audacia de la esperanza”. Pero estas no son palabras de Barack Obama. Son palabras de mi amigo el Reverendo Jeremiah Wright. Son palabras prestadas. Y Jerry Wright no tiene miedo de decir la verdad, no le asusta decirnos que dejemos ya de confundir a Dios con Estados Unidos:
“Bombardeamos Hiroshima, bombardeamos Nagasaki y hemos arrasado con armas nucleares infinitos lugares provocando muchas más muertes que los miles de seres que murieron en Nueva York y el Pentágono, y sin pestañear”, dijo el Rev. Wright. “Hemos apoyado el terrorismo de estado contra los palestinos y los negros en Sudáfrica y ahora nos indigna que traigan hasta nuestros propios jardines delanteros todo lo que allá hemos hecho. Son las consecuencias de nuestros actos, nos toca sufrirlas.”
“En mi opinión, nada hay más censurable que esos hábitos mentales de los intelectuales que inducen a la evasión, ese rechazo característico de las dificultades y posiciones de principios que sabes correctas pero que decides no asumir. No quieres aparecer como demasiado politizado; tienes miedo de parecer polémico; quieres mantener una reputación de ser equilibrado, objetivo, moderado; confías en que vuelvan a invitarte, en que te consulten, en mantenerte en una junta o comité de prestigio, y así permanecer dentro de la corriente dominante responsable; confías en conseguir algún día un doctorado honoris causa, un gran premio, quizá incluso hasta una embajada.
Para un intelectual, estos hábitos de la mente corrompen par excellence. Si algo puede desnaturalizar, neutralizar y finalmente matar una vida intelectual apasionada es la interiorización de esos hábitos. Me he topado personalmente con ellos en una de las más duras situaciones contemporáneas, la de Palestina, donde el temor a manifestarse sobre una de las mayores injusticias en la historia moderna hace renquear, ciega y amordaza a muchos que conocen la verdad y que están en situación de servirla. A pesar de los abusos y la difamación a las que se somete a cualquier franco seguidor de los derechos y autodeterminación palestinos, merece la pena decir la verdad, merece la pena que un intelectual compasivo y sin miedo la represente.”
“Estoy siendo testigo de este crónico e insidioso genocidio, y me siento realmente aterrada y cuestiono mis creencias fundamentales en la bondad de la naturaleza humana. Esta situación tiene que acabar. Pienso que es buena idea que dejemos todo y dediquemos nuestra vida a que esto se acabe. No creo que hacer eso sea algo extremista. Realmente quiero seguir bailando con Pat Benatar y tener novios y crear historietas de comic para mis compañeros. Pero también quiero que esto acabe. Horror e incredulidad es lo que siento. Decepción. Me siento profundamente decepcionada de que ésta sea la vil realidad de nuestro mundo y que estemos participando de hecho en ella. No vine a este mundo para esto. Esto no es en absoluto a lo que vino a este mundo la gente de esta tierra. Este no es el mundo en el que tú y papá queríais que viviera cuando decidisteis tenerme. Esto no es lo que yo quería cuando miraba Capital Lake y decía: ‘Ese es el ancho mundo y hacia él voy’. No quería limitarme a un mundo donde pudiera vivir una vida confortable y, sin esfuerzo alguno, existir completamente despreocupada de mi participación en un genocidio. Grandes explosiones en algún lugar en la distancia exterior. Cuando vuelva de Palestina, posiblemente tendré pesadillas y me sentiré constantemente culpable de no estar aquí, pero puedo canalizar esos sentimientos en más trabajo. Venir aquí es una de las mejores cosas que he hecho nunca. Por eso, aunque parezca que me he vuelto loca, o si el ejército israelí rompiera su tendencia racista de no herir a la gente blanca, por favor pensad de lleno en el hecho de que estoy en medio de un genocidio que de alguna forma estoy indirectamente apoyando y del que mi gobierno es inmensamente responsable”.
Y si esto es lo que significa ser cristiano, y creo que sí, por hablar con la voz de Jeremiah Wright, Edward Said o Rachel Corrie, por recordar y asumir el dolor y la injusticia de otros, entonces llamadme cristiano, seguidor de Jesucristo.
Y en cuanto a la larga línea de profetas judíos que van desde Jeremías, Isaías y Amos a Hannah Arendt, que le recordaron al mundo cuando se fundó el estado de Israel que la injusticia infligida a los judíos no podía corregirse con la injusticia perpetrada a los palestinos, al igual que nuestros propios profetas, Noam Chomsky o Norman Finkelstein , marginados como todos los profetas, como Uri Avnery o el poeta israelí Aharon Shabtai, que escribe en su poema “Rypin”, la ciudad polaca de la que su padre escapó durante el Holocausto, estas palabras: Esas criaturas con casco y pantalones kaki
me digo a mí mismo: no son judíos,
no en el verdadero sentido de la palabra. Un judío
no se viste de armas como si fueran joyas
no cree en el cañón de un arma apuntando a un objetivo,
sino en el pulgar del niño que recibió el disparo
en la casa por donde va y viene,
no en la carga que estalla.
Primero aparece el alma burda y el hierro
que por naturaleza desprecia.
Y l evanta sus ojos no hacia el oficial o el soldado
que aprieta el gatillo sino a la justicia,
y clama pidiendo compasión.
Por tanto, no le robará la tierra a su pueblo
ni les matará de hambre en los campamentos.
La voz pidiendo su expulsión
brota desde la garganta bronca del opresor.
Una señal cierta de que el judío ha entrado en un país extranjero
Y, al igual que Umberto Saba , el niño se ha ido a esconder dentro de su propia ciudad. Debido a voces como éstas, padre
A la edad de dieciséis años, con tu familia, tuviste que escapar de Rypin;
Pero aquí, ahora, Rypin es tu hijo.
Y si ser judío significa eso, y creo que sí, llamadme judío. Llamadnos a todos musulmanes y cristianos y judíos. Llamadnos seres humanos que creen que cuando uno de nosotros sufre, todos nosotros sufrimos, que nunca preguntemos por quién doblan las campanas, porque lo hacen por todos nosotros, porque las lágrimas de la madre de Gaza son nuestras lágrimas, porque los gemidos de los niños ensangrentados del Hospital Al Shifa son los gemidos de nuestros propios hijos.
Dejadme terminar esta noche con un último nombre. Dejadme nombrar a los que envían esos tanques y aviones de combate a bombardear las barracas de hormigón de Gaza con familias agazapadas e indefensas en su interior, dejadme nombrar a los que impiden que los niños tengan derecho a la infancia y los enfermos derecho a recibir atención y cuidados, a los que torturan, a los que perpetran asesinatos en habitaciones de hotel en Dubai y en las calles de Ciudad de Gaza, a los que niegan alimentos a los hambrientos y justicia a los oprimidos y falsean la verdad con propaganda oficial y mentiras estatales. Dejadme nombrarlos, no por sus títulos honoríficos y puestos de poder, sino por el nombre que se han ganado a pulso derramando la sangre de los inocentes en las arenas de Gaza. Dejadme que les nombre por lo que realmente son: TERRORISTAS .
Chris Hedges es periodista, escritor, corresponsal de guerra especializado en cuestiones políticas y sociales de Oriente Medio y EEUU y columnista habitual de Truthdig . com. Su libro más reciente es: “Empire of Illusion: The End of Literacy and the Triumph of Spectacle” (2009).[
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