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“A la memoria de los seres más próximos entre los seis millones de asesinados por los nacional-socialistas, al lado de los millones y millones de humanos de todas las confesiones y todas las naciones, víctimas del mismo odio del otro hombre, del mismo antisemitismo”.
Emmanuel Levinas
Centenares de niñas y niños han perdido la vida durante la ofensiva en curso del ejército de Israel en Gaza. Ese solo dato, al margen de análisis, posturas y filiaciones, debiera bastar para que todas las personas de buena voluntad en el mundo sintieran vergüenza por esta guerra y por todas las guerras. El hecho es sobradamente intolerable como para hacernos ver la urgencia de una solución a ese conflicto que los gobernantes y dirigentes no han podido o no han querido construir y que, posiblemente, no construirán en décadas. Si las víctimas israelíes de los ataques con cohetes lanzados desde Gaza fueron el pretexto para desencadenar la ofensiva, las bajas palestinas serán el fermento para nuevos ataques contra Israel.
Pero, así como desde el dolor se ha alimentado el afán bélico, creemos que es posible transformar el sufrimiento de nuestros semejantes en una base para la fraternidad y la convivencia, a condición de que seamos capaces de aproximarnos a ese sufrimiento y que tratemos de percibir lo que sienten las víctimas.
Con este propósito hemos decidido asumirnos como deudos de algunas de las niñas y de los niños que han muerto en esta ofensiva. Estamos dispuestos a dar testimonio de su ausencia y a honrar su recuerdo: adoptaremos, cada uno de nosotros, a un menor fallecido en la ofensiva.
Será, de ahora en adelante, parte de nuestra familia. Procuraremos comunicarnos con sus familiares para compartir su devastación. Trataremos de conocer mejor a nuestros pequeños muertos, de averiguar detalles de su vida, de tener una foto con nosotros. Contaremos a nuestros amigos y a nuestros conocidos que en la ofensiva del ejército de Israel en Gaza nos mataron a un niño al que queremos mucho.
La iniciativa “Adopta a un niño muerto” busca interpelar a la conciencia de cada persona como un llamado a la responsabilidad para con el otro; es una respuesta caracterizada por la gratuidad, la no-reciprocidad, la asimetría y la incondicionalidad. Porque a la palabra veraz ante esta forma de “odio del otro hombre” no le alcanza con la indignación moralista, sino que moralmente está obligada a confesar su indignidad.
Los niños muertos no dejan de crecer. Para bien o para mal, sus trayectorias rotas siguen germinando en los que se quedan: acaban por volverse un peso insoportable o bien un fundamento de vínculos y vida. Adoptar a un niño muerto significa comprometerse a testimoniar por él. Tal vez el testimonio, en tanto palabra dada al otro logre tender un puente, una promesa de cierto lazo amoroso capaz de desplomar al “antisemitismo” definido por Levinas.
Pretendemos detener la conversión del dolor de ambos pueblos en combustible adicional para la guerra y transformar a los muertos de los dos bandos en semillas de paz. Por eso hoy emprendemos esta iniciativa.
Sabina Alazraki, Ana Belén Alfaro Murillo, Marcela Alvarez Pérez, Jessica Bekerman, Marcelo Bergman, Carlos Beutel, Fanny Blank Cereijido, Bony Blum, Gloria Bonder, Leo Bracho, Alejandro Brauer, Néstor Braunstein, Andrea Bustamante, Pilar Calveiro, Rossana Cassigoli Salamon, Daniel Cazés Menache, Ma. del Carmen Cervantes, Ana C. Jácome, Leonardo F. Cienfuegos, Adriana Cruz, Dulce Cuellar, Rubén Chababo, Raquel Child, Steven Czitrom, Santiago Derbez, Shula Erenberg, Adriana Espinosa, José Frank, Margit Frenk, Mabel García Dejean, Marcela García Probert, Francesca Gargallo, Alicia Gerschanik, Boris Gerson, José Antonio Salvador Gómez del Campo, Adriana González Mateos, Dulce María Ganja Castro, Enrique Guinsberg Blank, Mathew Gutmann, Raquel Hiller, Laura Imperiale, Patricia Jacobs, Paola Jalife, Carolina Kerlow, Marie Laversin, Susana Lerner Sigal, Adalberto Levi Hambra, Bela Límenes, Bruno Límenes, Manuela Límenes, Marcos Límenes, Sandra Lorenzano, Rosa María Lule Cruz, Carolina Luyando, Mariana Masera, Pedro Miguel, Márgara Millán, Eduardo Mosches, Adriana Muñoz Alarcón, Viviana Nardoni, Marcelo Pasternac, Mario Pecheny, Montserrat Peñaloza Trejo, Grecia Pinto, Silvana Rabinovich, Manuel Reynoso de la Paz, Mónica Ríos Saloma, Silviana Rivera, Annunziata Rossi, Jane Rubin-Kurtzman, Yamila Sladogna, Ilán Semo, Ivonne Rosa Szasz, Mónica Szurmuk, Manuel Tejeda Reyes, Marcela Tejeda, Marko Tocilovac, Lilyán de la Vega, Fanny Unikel, Inés Westphalen, Gabriela Wolochwianski, Mireya Zapata, Daniel Zappi, Danielle Zaslavsky
y que decis de las centenas de niños israelies que mueren, su sangre es menos pura??
ResponderEliminar¿Lo dijiste tú, Anónimo? Aquí nadie mide la pureza de la sangre de nadie: sólo los nazis lo hacían. La muerte indiscutiblemente dolorosa del número que sea de niños de la nacionalidad que sea ¿amerita el genocidio, y peor aún, volvernos genocidas? ¿A quién le estás preguntando qué, desde qué lugar y en qué lengua, Anónimo?
ResponderEliminarPoco estimado Anónimo: tu corazón está podrido porque no te detuviste siquiera un segundo a pensar que si desde aquí intentamos echar alguna luz sobre los niños palestinos asesinados, no es porque creamos que la muerte de otros niños (israelíes o de donde fueran)pueda justificarse o reivindicarse. Para vos todo es un juego de suma cero: si también mueren niños israelíes, entonces mejor que no digamos nada porque mueren de ambos lados y listo. Eso es un pensamiento pobre, y aquí no reivindicamos la muerte de nadie. Te lo digo con dolor, y te lo digo también como ciudadano israelí
ResponderEliminarNinguna sangre es menos ni más pura. Toda muerte violenta empobrece al mundo. Pero es "de los nuestros", del mal o el dolor que podemos causar nosotros de lo que debemos avergonzarnos. Y es por este dolor que no dejamos de causar que debemos elevar nuestra voz. Nuestra denuncia no justifica una sola de las muertes de ningún niño, de ningún hombre ni de ninguna mujer "de este lado". Las repudia y se entristece por ellas. Pero señalar el mal que el otro causa siempre es más fácil que señalar el que nosotros causamos. He alli el quid de la cosa.
ResponderEliminarEn lo personal, acuno en mi alma a todos los niños muertos por la violencia del fanatismo. Y mientras los acuno no dejo de preguntarme: "cuánto de mí - de mi silencio, de mi mirar hacia otro lado- hay en estas muertes que nunca debieron ser? Qué hice yo para detener el brazo homicida de mi propio hermano?"
Gracias, Rubén, por la claridad y la sincera sensibilidad de tu respuesta.
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