(…)Nuestra música es el largometraje número 38 de la filmografía de Godard (aunque esto puede ya ser un tema de polémica, porque este número es sin contar sus cortos ni sus múltiples trabajos grupales y codirecciones en distintas épocas de su carrera). Fue realizado hace dos años, y tiene poco que ver con la música (cómo uno podría imaginarse después de la serie que realizó entre 1988 y 1998, Histoire(s) du cinéma). No, Nuestra música es una reflexión sobre la guerra, cruzado con reflexiones sobre el cine, reflexiones sobre la relación plano-contraplano, reflexiones sobre la relación Israel-Palestina, como ocurre en una película de Godard: es como si uno pudiera ver los procesos químicos que se producen en su espléndida cabeza.
Este compilado de reflexiones está estructurada en tres capítulos: "El infierno", "El purgatorio" y "El paraíso". La primera parte es un incesante e hipnótico montaje de unos diez minutos donde pueden verse todo tipo de imágenes de guerra, obtenidas de documentales y de películas de ficción: uno reconoce Apocalipsis ahora de Francis Ford Coppola y la secuencia final de El beso de la muerte de Robert Aldrich, pero estoy seguro que aparecen muchas otras películas que mi memoria cinéfila nunca antes vio, o que no está en condiciones de reconocer. Esta primera parte es casi como un masaje a la memoria, y un preparativo para el espectador incauto que ha entrado quizás por error (aunque estoy seguro que esa raza de espectadores casi no existe). Prisioneros de guerra, campos de concentración, torturas, trincheras, misiles, explosiones, uniformes marchan frente al espectador. Es el infierno. Pero, también, la Tierra.
La segunda parte de la película, la más extensa, corresponde a "El purgatorio" y está construida en base a ese ensayístico proceso de Godard de juntar escenas de ficción con personajes reales (en este caso, los poetas español Juan Goytisolo y el palestino Mahmoud Darwish, además del mismo Godard como Godard) en una especie de comisión de una ONU ficticia, una ONU de intelectuales con legítimas inquietudes históricas, políticas y sociales. Todos se reúnen en Serbia en su calidad de intelectuales que viajan para ofrecer conferencias. Goytisolo lee sus poemas en medio de los edificios ruinosos de la guerra, Darwish da una entrevista al personaje ficcionado de una periodista judía (que hace las reflexiones en off de la película), y dice frases del tipo: "Palestina es famosa solo porque somos enemigos de Israel", y algo que remata luego con una provocadora constatación: "El mundo se parece cada vez más a Israel".
Godard, por su lado, en una clase de cine de alguna universidad se centra en el uso del plano y contraplano en el cine, como las dos caras de una misma medalla, y utiliza imágenes de guerra para establecer su punto. En una parte, muestra una fotografía de unos edificios bombardeados, en ruinas, y le pregunta a sus estudiantes: ¿Dónde es esto? ¿Serbia, Alemania, Polonia, Rusia? No, dice Godard. Es Estados Unidos después de la Guerra de Secesión.
Las reflexiones de Godard en su cine tienden a ser así, medio parrianas, esconden lindas sorpresas, son juegos de palabras inspiradas en los espejos que insisten en establecer axiomas a partir del reordenamiento de sus significados. Algunas de estas frases son más afortunadas que otras. Ejemplo: un escritor habla con el embajador francés en Serbia. Le dice que hay dos clases de personas, las que escriben y narran los hechos, y las que los actúan. Los que actúan rara vez reflexionan o tienen conciencia de lo que hacen; los que escriben rara vez saben de lo que están hablando. Corte a la siguiente escena.
Antes, en un auto, Goytisolo dice: "Matar a un hombre para defender una idea, no es defender una idea. Es matar un hombre".
Y así. En una parte de la película, la peor, un estudiante le pregunta a Godard sobre las cámaras digitales, y Godard guarda silencio. El maestro no tiene nada que decir.
En la tercera parte de la película, descubrimos que para Godard "El Paraíso" es un bosque al lado de un río, un lugar aparentemente calmo, pero lleno de marines norteamericanos. Escuchamos algún himno militar gringo donde se dice que las calles del paraíso la cuidan los marines. Son chistes godarianos. Chistes de guerra.
Nuestra música hace estallar múltiples reflexiones en el espectador durante su exhibición y es innegablemente una película adelantada, cruzada por la urgencia de esta época y el propio ego del realizador. Mejor aún, es una película de solo 80 minutos, con un par de momentos de humor negro, con inquietudes disparadas en la noche ciega de los multicines. Si bien Godard peca de disgregado, su película arde en medio de la cartelera analgésica a las que nos tienen acostumbrados (y nos terminarán de acostumbrar), y es un deber del cinéfilo habitual prestarle atención, por lo menos, detenerse en ella como una saludable parada en el camino al cielo. O al purgatorio.
Notre musiqueFrancia/Suiza, 2004
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