martes, 27 de enero de 2009

Amira

Ella es Amira, lo fue durante 20 días. Yo la descubrí un 13 de Enero en una de tantas navegaciones.
Los vi a todos, pequeños, indefensos, humanos. La elegí a ella porque en realidad no elegí a ninguno; y es que siento que en la muerte de un niño palestino, o un niño etiopí, va mi propia muerte. Porque también soy este mundo al que ciega su reflejo, no jalo el gatillo ni lanzo bombas ni opto por políticas absurdas, pero sí, soy parte del mundo.

Si elegí a Amira fue para hacerle un espacio en mi vida. Ya no sabrá ella de lo humano; tenía sólo 20 días cuando una bala israelí, y bien podría ser un rifle sin nacionalidad, acabó con su diminuta vida. Por las noches pienso en Amira y sé que su nombre representa lo que pudiendo ser hermoso acaba asfixiado por la locura humana.

No voy a decir que la vida de Amira hubiera sido perfecta, ni voy a decir que le robaron la felicidad. No, si algo le fue robado es la posibilidad.

Y que todos y cada uno de los niños de nuestra raza tengan la posibilidad de crecer, de observar y pensar el mundo, y tal vez en un arrebato, de transformarlo; en ese sueño sustento las palabras y por ese sueño le doy a Amira un rinconcito de mis pensamientos y un espacio abrigador en mi conversación.
Por eso yo adopto a Amira con sus 20 días, con su cuerpo herido, su padre inconsolable, su país en llamas, con su fragilidad que me hace responsable y con su ternura, que la hace similar a mi madre y a mi hermana. Por la posibilidad de un mundo en el que la guerra no devore bebés ni niños, por esa posibilidad, yo imagino a Amira.

Ana Jácome

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