sábado, 17 de enero de 2009
Kri'ah
Kri’áh[1]
“Y Jacob desgarró sus vestidos, se colocó una bolsa en su cintura y guardó duelo por su hijo durante muchos días. Y todos sus hijos e hijas se dirigieron a consolarlo, pero se rehusó a ser reconfortado, diciendo: ‘pues descenderé hacia mi hijo, hacia el Sheol, para condolerme. Y su padre lo lloró.”
(Génesis 37: 34-35)
En el ritual judío de duelo, desde tiempos inmemoriales, la pérdida de un ser querido se manifiesta de manera simbólica con la rasgadura de la vestimenta. La muerte del otro (la única a la que acudimos porque cuando llega la propia nosotros ya no estamos) se expresa como rasgadura, acto de vulnerabilidad que quiebra la humana ilusión de plenitud viril. El gesto de ese padre, que se rehúsa a ser reconfortado, y busca refugio en el descenso al mundo subterráneo denominado Sheol[2] nos enseña que el duelo implica la imposible tarea de aprender a morir con el otro, llevando al muerto en y sobre nosotros.
Aquí estamos, cada uno en tanto judío, desgarrando la vestimenta para intentar aprender a morir con nuestros otros.
[1] Rasgadura de la ropa: por un hijo, lo hace el oficiante con una navaja del lado derecho de la solapa y de pie.
[2] Existe en muchas culturas: se compara con el Hades de los griegos, el kurnughi de los sumerios, el aralu o erkala de los babilonios. Cf. Daniel Colodenco, Génesis. El origen de las diferencias, Lilmod, Bs. As. 2006.
“Y Jacob desgarró sus vestidos, se colocó una bolsa en su cintura y guardó duelo por su hijo durante muchos días. Y todos sus hijos e hijas se dirigieron a consolarlo, pero se rehusó a ser reconfortado, diciendo: ‘pues descenderé hacia mi hijo, hacia el Sheol, para condolerme. Y su padre lo lloró.”
(Génesis 37: 34-35)
En el ritual judío de duelo, desde tiempos inmemoriales, la pérdida de un ser querido se manifiesta de manera simbólica con la rasgadura de la vestimenta. La muerte del otro (la única a la que acudimos porque cuando llega la propia nosotros ya no estamos) se expresa como rasgadura, acto de vulnerabilidad que quiebra la humana ilusión de plenitud viril. El gesto de ese padre, que se rehúsa a ser reconfortado, y busca refugio en el descenso al mundo subterráneo denominado Sheol[2] nos enseña que el duelo implica la imposible tarea de aprender a morir con el otro, llevando al muerto en y sobre nosotros.
Aquí estamos, cada uno en tanto judío, desgarrando la vestimenta para intentar aprender a morir con nuestros otros.
[1] Rasgadura de la ropa: por un hijo, lo hace el oficiante con una navaja del lado derecho de la solapa y de pie.
[2] Existe en muchas culturas: se compara con el Hades de los griegos, el kurnughi de los sumerios, el aralu o erkala de los babilonios. Cf. Daniel Colodenco, Génesis. El origen de las diferencias, Lilmod, Bs. As. 2006.
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