sábado, 28 de febrero de 2009
Respuesta al artículo “Gaza en México” de M. A. Granados Chapa, Proceso Nº 1685
Ante todo, coincidimos plenamente con el Mtro. Miguel Ángel Granados Chapa cuando lamenta que en el abordaje del conflicto en Gaza la prensa mexicana no haya narrado “la génesis de los acontecimientos”. Comencemos por la genealogía más reciente: la que se ubica hace 41 años, con la anexión de los territorios de Cisjordania, Gaza y las alturas del Golán. En el transcurso de esos años (aunque para ser precisos habría que remontarse décadas antes, cuando la dirigencia del movimiento sionista concentraba todo su esfuerzo en lograr una mayoría determinante en la población de esa tierra por sobre la población local) se desarrolló una política sistemática de asentamientos y colonización expansiva que ha llevado a la presencia de 400,000 colonos en dichos territorios. Sin duda, en el marco de estos 41 años hubo actos de resistencia que en algunos casos tomaron un carácter decididamente condenable. No vamos a detallar aquí los acontecimientos de ambas partes del conflicto, sería importante hacerlo en otro momento con seriedad y voluntad de comprensión.En el mismo artículo, el autor descalificó de diversas maneras la iniciativa ciudadana “Adopta a un niño muerto”. Apuntó: “En el seno de la comunidad judía en México se produjo una discrepancia respecto de la tradicional –y digamos que oficial— sintonía del judaísmo mexicano, sobre todo el asquenazí, con el Estado de Israel”. Al hacer de la comunidad judía asquenazí un bloque alineado tras las políticas oficiales del Estado de Israel, Granados Chapa subestima y descalifica, a priori, cualquier postura crítica que, al interior de la misma, rechaza la política y las acciones de un gobierno que ha perdido el sentido de lo ético y toda orientación moral. Así, redujo una iniciativa seria y fundamentada, sustentada por una pluralidad de ciudadanos, a la “respetable posición de una académica universitaria sobresaliente”, esto es, de una sola persona que se ha atrevido a hacer de su “respetable posición” (en lo privado) una iniciativa civil pública. Convertida en parte de la “andanada de despropósitos”, ésta, según el autor “resultó favorable a la efusión judeofóbica que el ataque a Gaza había generado”. La génesis de nuestra iniciativa, tal como la imagina el periodista, asimila hechos diversos que en la realidad no guardan relación causal ni contigua entre sí y que en su pluma desembocan en la elección de “la indignidad, la vergüenza, la autoinculpación”. En una lectura apresurada y confusa, el uso fuera de contexto que el sobresaliente periodista hace de la cita de Martin Buber transforma la vergüenza e indignidad políticas expresadas por una persona –en este caso la académica en cuestión-, en otro lugar, en la autoinculpación de un grupo completo de ciudadanos y, sorprendentemente, en la opción del conjunto por la indignidad. En el artículo en cuestión resuena el eco de las presiones ejercidas regularmente sobre los judíos no alineados con las políticas oficiales del Estado, las acciones del ejército o la dirigencia de la comunidad judía local. Se trata de un chantaje que opera la dirigencia sionista como acusación de antisemitismo y auto-odio a aquellos que –en tantos lugares- no admitimos el uso perverso del sufrimiento padecido para perpetrar crímenes contra otro pueblo.Luego, el autor colocó nuestra iniciativa en un listado de expresiones posiblemente judeofóbicas, como un anónimo que ha circulado en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y hasta un acto de vandalismo contra una sinagoga de Caracas. Ante ello, señalamos que, mientras la iniciativa “Adopta a un niño muerto” no ha suscitado ni una expresión judeofóbica , ha despertado, en cambio, un enérgico e intolerante rechazo dentro del sector de la comunidad judía que por tradición realiza defensas acríticas del gobierno israelí, sector que nos acusó de alimentar la violencia simbólica que se ha construido alrededor del Estado de Israel.Adoptar a un niño muerto, sólo al inicio, fue la respuesta de un grupo de ciudadanos mexicanos de origen judío a la ofensiva del ejército israelí en la Franja de Gaza. Hoy somos un grupo de ciudadanos diversos congregados en torno a una manifestación civil, sin postular unidad ideológica o política alguna. Esta respuesta, que es también una apuesta política, consiste en un enérgico rechazo a la atrocidad, y en un reparo ético, anterior a cualquier análisis, postura o filiación, ante lo que consideramos una tragedia de lo humano. Nuestro gesto de resistencia no se asienta en la culpa, sino en la afirmación de una responsabilidad hacia el otro, que es mi prójimo. Esto, lo sabemos y lo asumimos, nos hace vulnerables. El fuerte impacto que esta iniciativa ha tenido en las conciencias se debe a que, más allá del enfrentamiento entre dos pueblos, abre una brecha por donde pasa una afirmación ética que dice SI a la dignidad humana y a la vida.Adoptar a un niño muerto es ciertamente un gesto incómodo, al borde de lo imposible y de lo insoportable, pero ajeno a cualquier afán de sensacionalismo. Esta iniciativa aniquila de antemano la autocomplacencia y, de paso, se vacuna contra los nacionalismos; no proviene de una cómoda “posición moral”, de una decisión voluntaria que pueda hacernos sentir generosos: no es en modo alguno un gesto altruista. Es una posición política que clama que la vida de un niño, su singularidad, su nombre, no se borran en una cifra de daños colaterales. Tampoco la empatía puede caber aquí, porque somos incapaces de imaginarnos el infierno de un pueblo masacrado y la identificación con él es imposible. Adoptar a un niño muerto por los misiles y fusiles de Israel, lejos de cualquier apropiación, es testimonio. Testimoniamos a tientas; confesando lo impenetrable del otro, se trata de darle la palabra. Necesariamente, esta convocatoria pone al desnudo la miseria que nos reúne.Cuando se esgrime como argumento una pretendida simetría entre los cohetes de Hamas y la ofensiva del Estado israelí se está falseando la verdad y renunciando a la razón ética. Quizá con ello se apele a una “razón estratégica”, que no podemos aceptar. En una situación de emergencia moral como la que se vive en Medio Oriente no cabe la ecuanimidad.Por eso nos parece inadmisible además de injustificada la afirmación de que “Adopta a un niño muerto” puede alentar la judeofobia y ofensiva la asociación de nuestra iniciativa con expresiones antisemitas que nada tienen que ver. Hacemos un llamado al periodista que se ha destacado por no claudicar en la defensa de valores éticos, a que comprenda el sentido de un acto que rechaza el asesinato indiscriminado de una población acorralada e indefensa y a que se deslinde de la campaña de presiones y denuestos que un sector de la comunidad judía ha venido lanzando contra quienes, dentro o fuera de ella, hemos rechazado la complicidad con decisiones políticas y militares que atentan contra la condición humana.
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ResponderEliminarEsta versión contiene las correcciones actualizadas al 2 de marzo (incluyen la revisión de M. F.)
ResponderEliminarOla
ResponderEliminarBueno yo tambien estoy interesada en el conflicto de la Franja de Gaza, yo estoy elaborando un blog sobre este tema,asi que me gustaria que lo vieras y me dejaras tu opinion al respecto.