miércoles, 10 de marzo de 2010

Kindertotenlieder en La Jornada

Realizaron velada literaria en memoria de los menores muertos “para que no mueran más”

Iniciativa ciudadana evocó un mapamundi del dolor por la niñez
Los cantos y poemas no sólo fueron para las víctimas de Gaza, sino de Sri Lanka, Irak, México...

Hacen un llamado para detener la violencia contra los pequeños

Arturo Jiménez

Periódico La Jornada
Miércoles 10 de marzo de 2010, p. 7
Los cantos y poemas de amor para los niños muertos de Gaza lo son también para los de Sri Lanka, los de Irak, los del Chaco argentino, pero también para los de México: los de Hermosillo, los de la sierra Tarahumara, los de Ciudad Juárez, los niños de la calle de todas las ciudades mexicanas. Todos éstos son sólo algunos lugares de un “mapa del dolor” mundial más grande.

Una revelación para los espectadores –una más, aunque cada vez más intensa, pues así se requiere para animar a la acción–, fue la velada literaria Cantos para niños muertos (Kindertotenlieder), la más reciente actividad de la iniciativa ciudadana Adopta a un Niño Muerto.

Entre los impulsores de esa iniciativa se encuentran Silvana Rabinovich, Eduardo Mosches y Pedro Miguel, quienes hacen un llamado a los padres, a los ejércitos oficiales y no oficiales y a la sociedad para detener la violencia contra los más pequeños, pues “cada niño muerto es un escándalo”.

Surgida hace un año en México ante la angustia generada por los crímenes del ejército israelí en Gaza, y luego de un ciclo de cine y de una serie de conferencias, ahora, hace unos días, desde la Casa Refugio Citlaltépetl, estos padres adoptivos le cantaron una constelación de poemas “a los niños muertos, para que no mueran más”, pues “adoptar a un niño muerto significa comprometerse a testimoniar por él”.

La constelación de textos hilvanados e intercalados durante la lectura en la casa refugio constó de los Kindertotenlieder, poemas de Rückert adaptados por Mahler con música, y traducidos al español por Margit Frenk; poemas del escritor palestino Mahmud Darwish, de la escritora israelí Dialia Rabicovich, de Alejandra Pizarnik, Eduardo Mosches y Pedro Miguel. Y de Eva Pickova, una niña de 12 años del campo de concentración de Terezin:

“¡No! ¡Nosotros, por Dios, queremos vivir!/ No debemos dejar reducir nuestras filas/ porque al mundo, que es nuestro, volveremos mejor/ Queremos hacer muchas cosas. No debemos morir.”

Además, se leyó la obra de teatro Siete niños judíos, escrita por Caryl Churchill en enero de 2009 en respuesta a la situación en Gaza, traducida al español por Irmgard Emmelheinz, así como un cuento de Ghassan Khanafani leído por Pedro Miguel, que antes había sido leído por John Berger en el Festival de la Digna Rabia.

La lectura estuvo a cargo de Pedro Miguel, la actriz Francesca Guillén, Eduardo Mosches y su hijo Gabriel, Adriana González Mateos y la cantante Nayeli Nesme, quien leyó pero además interpretó canciones de cuna en árabe y español, como un canto de duelo maronita del siglo V de origen libanés, un lamento que cimbró las conciencias tan sólo por su sonoridad.
Y en ese “acto cívico de testimonio y denuncia”, Francesca Guillén, quien más leyó y dio varias entradas de las lecturas, recreó de Churchill, por ejemplo:

“Dile que es un juego. Dile que es serio. Pero no la asustes. No le digas que la matarán. Dile… que es importante que se quede calladita. ¡Dile que si se porta bien… le daremos un pedazo de pastel! Dile que se acurruque como si estuviera metida en la cama. Pero que no cante… Dile que no salga. Dile que no venga aunque oiga gritos…”

Acto ético, no altruista

Pedro Miguel cantó, contó, sobre un personaje que acababa de visitar a una sobrina de 13 años internada en el hospital: “Salí por las calles de Gaza, calles llenas de brillante luz del sol. Y me dijeron que Nadia había perdido su pierna, cuando se arrojó sobre sus hermanos y hermanas pequeños, para protegerlos de las bombas y de las llamas que aferraron sus garras contra la casa. Nadia podría haberse salvado, hubiera podido salir, escapar, haber salvado su pierna. Pero no lo hizo. ¿Por qué?”

Y en otro momento el columnista de La Jornada cantaría, declamaría de su poema Nanas para Selam: “Esta cuna que es tumba/ la tiene a salvo/ de la guerra, del hambre,/ de los humanos;/ de ser violada,/ de ser carne de cambio,/ de ser esclava”.

Un lector seguía a otro y en varias ocasiones se hacían intermedios con los Kindertotenlieder de Rückert y Mahler:

“El sol está saliendo, esplendoroso,/ y en la noche ha ocurrido una tragedia./ Sólo a mí me ha pasado ese infortunio;/ el sol, en cambio, brilla para todos”. Y además se proyectaron y llevaron fotos impresas de Ambra Polidori y Antonio Marquet.

Al final, Silvana Rabinovich habló de las motivaciones de la iniciativa Adopta a un Niño Muerto, surgida hace un año: “Queríamos manifestarnos en un acto ético, no altruista sino de responsabilidad por el otro, incluso un llamado a responsabilizarnos por la responsabilidad del otro. Por eso la propuesta no fue mera denuncia sino que se trataba de testimoniar”.

Esta iniciativa ciudadana cuenta con el blog: www.uninomuerto.blogspot.com

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