miércoles, 5 de agosto de 2009

Cine-debate en el blog - "Punto de encuentro"

Ante todo: gracias a los que pudieron llegar a pesar del diluvio al inicio del ciclo de cine "¿Paz o pax en Medio Oriente?".

Para todos aquellos que se quedaron pensando después de haber dejado la sala Julio Bracho en esa noche tormentosa, creamos este espacio virtual en el que vamos a poder seguir pensando en letra líquida, comentando, preguntando, sugiriendo.

Lanzo al ruedo, pues, la continuación del debate en torno a “Punto de encuentro”.
(De paso pido disculpas, porque en los subtítulos se nos fueron varios acentos, un cuadro subtiltulado en francés y el programa comedido corrigió "Intifada" por "intimada"... Haremos lo posible por que no vuleva a ocurrir).

- Quiero poner el acento en el nombre de la ONG (binacional ¿hace falta decirlo?) que la produjo. Se llama “Just vision” (http://www.justvision.org/) . Con toda la polisemia que se les ocurra, por lo pronto:
1- una visión (más) sin pretensiones de decirlo todo: los intentos totalizadores terminan reduciendo el conflicto a una razón táctica que soslaya tanto la razón ética como la afectiva (esa que curiosamente es la última en perderse cuando llega al Alzheimer), como la imaginación política.
2- Una visión justa: donde resuena el versículo “justicia justicia perseguirás”.

-Quisiera destacar la potencialidad del cine, de mostrar (por la vía del documental o de la ficción, como iremos viendo en el ciclo) lo que la teoría política tarda tanto en pensar mientras tantos pagan con sus vidas la dilación.

-Uno de los protagonistas de la película (y si no me equivoco es Ali) recuerda la falsa dicotomía pro-israelí/ pro-palestino. En este blog hay un claro artículo de Hermann Bellinghausen que resume bien el tema.

- El tema del perdón, la reconciliación y la religión. Hay palabras que, lejos de numerosos creyentes sinceros, fueron secuestradas por muchos (non sanctos) administradores de distintas religiones. Las palabras vuelan y así como hay quienes pretenden secuestrarlas hay otros que sienten el deber de devolverles la libertad. Uno decide si se hace cómplice de esos secuestradores renunciando a las palabras por el olor a incienso que despiden o las acoge hospitalariamente para restituirles el vuelo.
En este sentido, se habla de perdón, de reconciliación. Recomiendo el libro de Derrida sobre el 11 de septiembre del 2001. Derrida aclara que el perdón nunca puede pasar al plano político ni al lenguaje de la diplomacia, ése es el territorio de la reconciliación, tarea de la justicia distributiva. El perdón –inmune a la institucionalización- concierne a la ética y a la justicia heterónoma, sólo puede darse en momentos puntuales, imprevisibles e incalculables. se trata de un perdón incondicional, es otra cosa que la reconciliación (esta última, también muy importante, entra en el orden del derecho y de la política). “Perdón” como la palabra –ética- vulnerable por excelencia porque se dice y se escribe como un dictado, palabra cuyo gesto es el de retroceder para esperar la llegada de un tiempo otro, que es el tiempo del otro.

-Último tema, porque ya no quise abusar del privilegio de andar repartiendo el micrófono: hago un llamado a una palabra completamente démodée: la paciencia. Una invitación a experimentar el tiempo como paciencia. Como se imaginarán, de este ciclo no va a salir un acuerdo de paz entre los representantes políticos. Cuidado con creerle tanto a los parámetros de aquellos que dilatan la paZ (con Z mayúscula: la P gentilmente cedió su –malgastado- espacio a la Z que ofrece resistencia a la X de la pax impostora y autoimpuesta). Ellos exigen resultados cuantitativos e inmediatos: con esto sólo difieren el lento advenimiento de la paZ. No nos vayamos con la finta de la impaciencia. El debate queda abierto.

2 comentarios:

  1. El documental "Punto de Encuentro" no nos deja ilesos. Las opiniones vertidas en el debate, dibujan la figura de un ritornello: exigimos que cada expresión del conflicto árabe-israelí nos remita al contexto histórico-anecdótico que remarque las condiciones asimétricas de la guerra. Muchas de las opiniones vertidas en el debate apuntaron en esa dirección. Quisiera, no obstante, introducir un matiz que hace permanecer en nosotros un efecto penetrante y durable. Tiene que ver con el “perfeccionamiento espiritual” que se impone en las personas, más allá de cualquier pertenencia identitaria y experiencial. El primer aviso es este experimentar una “repugnancia nata” frente al sufrimiento del semejante. Ya no hay defensa posible del argumento propio. “Crítica absoluta de sí”, en la expresión levinasiana. Eclipsado el “to be rigth” en la querella de ambos "bandos", el documental nos devela las extraordinarias y “humanas” “resistencias” y “sobrevivencias” de esta guerra. Dicho de una vez: la inconmensurable capacidad humana e íntima de transformación interior. Una vez desplomada la noción demencial de los “dos bandos”, quedan puestos en evidencia, en su horroroso esplendor, los mecanismos de “construcción del odio”, encarnados en la persona. En el documental podemos ver como la orfandad del hijo/a –experiencia y desdicha inconmensurable de la pérdida- aglutina al ser humano en torno a lo esencial: la sensación compartida de una “condición humana” y la postrera reflexión “emocional “ sobre el destino del odio. Hay un “trabajo duro” que cada uno de los protagonistas debió realizar en si mismo, por cuenta propia, en la soledad, a fin de sacar a luz la exigencia ética que habría de gobernar su vida en lo sucesivo, en el orden de lo visible y lo invisible. Para volverse capaz de tomar una parte de responsabilidad en la edificación de la paz compartida; en la edificación del cuerpo social. Este trabajo de “emancipación ideológica” llevó – en el “relato” del documental- a una dolorosa fase de desgarramiento; alejamiento definitivo de las certezas previas y, probablemente, de ruptura sin retorno.

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  2. Sí, sin duda en esa "ruptura sin retorno" con las certezas previas asoma la promesa que anida en la palabra dada al otro.

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