domingo, 30 de agosto de 2009

Israel Palestina Contra toda esperanza. Un artículo de Elías Sanbar y Pierre Vidal-Naquet

Muchas gracias a nuestro amigo Rubén Moheno por permitirnos la publicación de este artículo en el blog.

En estos días donde parece derrumbarse todo en Medio Oriente; y la posibilidad, para los palestinos, de tener al fin un Estado donde su pueblo sea soberano, y para los israelíes, la posibilidad de integrarse a una región donde, ¿es necesario recordarlo?, los árabes cuentan con una mayoría aplastante, nosotros estimamos nuestro deber decir algunas verdades elementales.

Uno de nosotros es un patriota (y no un nacionalista) palestino. El otro no tiene otra patria que Francia, lo que no lo lleva a renegar de una parte de la herencia del antiguo Israel (que contiene, como todas las herencias, lo peor y lo mejor), ni a ser indiferente al destino de esos millones de judíos que tienen con él alguna cosa en común.

Los dos somos historiadores.

Sin embargo no nos remontaremos al conjunto del siglo que acaba de pasar. Hubo una querella con el sionismo. Los que la levantaron no andaban escasos de argumentos, ya fueran árabes, judíos, o simplemente lúcidos. El sionismo se implantó en una región sensible del mundo en una época en la que nada parecía más “normal” que instalarse en el territorio del prójimo.

Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda vieron así la luz en términos de un proceso colonial.

Hoy nadie cuestiona su existencia, a pesar de los dramas surgidos en ese proceso, que fueron evocados por una atleta aborigen en los juegos olímpicos de Sydney.

Lo mismo la creación de Israel, más reciente, fue acompañada, ante los ojos indiferentes del mundo occidental y soviético, por el éxodo forzado de cientos de miles de palestinos. Hoy, esos refugiados y sus descendientes no cuestionan la existencia del Estado de Israel, en tanto se reconozca la injusticia sufrida y la puesta en práctica de sus derechos se negocie equitativamente.

Que nos baste recordar lo evidente: desde junio de 1967, Cisjordania y la franja de Gaza son territorios ocupados, dominados, aplastados política, social y económicamente. A pesar de eso, la resistencia palestina ha reconocido en forma solemne la existencia del Estado de Israel hebreo y entabló un proceso de paz en Oslo, en tanto el Estado de Israel reconociera a los palestinos representados por la OLP, y a su jefe Yasser Arafat.

Ese proceso no ha culminado.

Del lado palestino, alimentándose de una frustración creciente de la población ocupada, se destacó un ala que practica una política de terror y de muerte que nos horroriza.

Del lado israelí, a pesar de las denuncias, se desarrolló la colonización a una escala considerable, reduciendo los territorios palestinos supuestamente autónomos a una piel de zapa atravesada por “rutas de contorno.”

Hoy, dos terrores se alimentan uno a otro. El terrorismo palestino, totalmente minoritario en tiempos de Itzhak Rabin, ha adquirido una dimensión dramática. Pero la respuesta israelí es, con sus “ejecuciones extrajudiciales”, en un sentido más dramática todavía. Ahora parece orientarse a la destrucción del pueblo mismo tal como estaba estructurado y organizado.

Como todo terrorismo de Estado, es sobre todo contradictorio. Ayer se pedía a Arafat que hiciera de policía en el espacio que se suponía controlar, destruyendo los instrumentos de su poder. Hoy se le aísla totalmente apenas escondiendo la voluntad de hacerlo partir.

La explotación inmediata por Ariel Sharon de las masacres del 11 de septiembre es un signo inequívoco que no podría confundir. Sharon ha comparado a Arafat con Bin Laden y el mullah Omar juntos. ¿A quien cree parecerse él si no al responsable de las masacres de Sabra y Chatila?

¿Cómo salir de esto? En el horizonte que se perfila, tres soluciones parecen “lógicas”.

La primera es la expulsión de los palestinos de lo que se llama Eretz Israel; de toda la Palestina del mandato. Un ministro asesinado recientemente preconizaba esa solución. ¿Se podría imaginar seriamente los crímenes que haría falta cometer para alcanzar ese resultado? ¿Se podría creer que el mundo árabe podría ratificarlo? ¿Qué quedaría entonces del universalismo de los profetas de Israel; el del segundo Isaías, por ejemplo, y de la esperanza del ciudadano israelí de vivir, un día, en paz en esa región?

La otra solución es la inversa de la primera: la partida de los israelíes hacia cielos más clementes, Estados Unidos o Europa. Esta es estrictamente imposible en lo inmediato. ¿Pero en lo futuro? ¿Qué quedaría entonces del ideal de aquellos que deseaban ser liberadores y constructores de sus pueblos? Plantear esta pregunta tiene el mérito de recordar que, incluso si muchos han partido ya, reinventando la diáspora, los israelíes quieren quedarse y no pretenden terminar como la Argelia francesa.

La tercera solución es la coexistencia, así tome ésta la forma de dos Estados separados o una federación o una confederación.

Dos principios fundamentales pueden, tal vez, hacerla posible todavía.

El primero es el de la igualdad cívica pero también social y económica. Ese principio vale para el primer jefe en cuanto al espíritu que debe regir toda negociación futura. Y vale también para los palestinos ciudadanos de Israel que, cincuenta años después de la creación del Estado aún están lejos de contar. Vale igualmente para los israelíes que decidieran quedarse en territorio palestino y que ya no deben ser enquistados más ahí.

El segundo es el de la reciprocidad. Toda renuncia a la soberanía de una de las partes debe tener su contrapartida en la otra. Eso cuenta para todos los problemas debatidos, que comprenden, desde luego, el de Jerusalén y el de los refugiados.

Es muy necesario constatar que el gobierno de Ariel Sharon, hasta el presente, ha tomado el camino inverso, y que si de dientes para afuera ha reconocido el derecho de los palestinos a un Estado, es en condiciones tales que este último, reducido a una serie de bantustanes, no tiene ninguna oportunidad de vivir y desarrollarse pacíficamente. Los extremistas de ambas partes lo han percibido bien, y no han dejado de sentirse alentados.

El embajador de Israel en Francia, Elie Barnavi, ha declarado recientemente dos cosas contradictorias: que aquellos como Nourit Peled, que piensan que el gobierno de Sharon es “un gobierno de muerte”, fácilmente podrían quedarse en una cabina telefónica [en el extranjero]… y que por su existencia misma ellos constituyen el honor de Israel.

Nosotros queremos esperar todavía que “el resto de Israel”, como lo llamaban los profetas, sea ese “grano de mostaza”, como lo llamaba otro profeta.

Lo esperamos contra toda esperanza.

Una cortina de humo
Elías Sanbar edita la Revista de estudios palestinos ("Revue d'études palestiniennes") y es, efectivamente, un patriota en el exilio. Pierre Vidal-Naquet formó el expediente del Comité Maurice Audin sobre la “desaparición” del joven matemático arrestado en Argelia por los paracaidistas franceses. Fue uno de los que realizaron “El llamado de los doce”: el conjunto de personalidades intachables que emplazó a Francia para enfrentar la tortura en aquella guerra.

La maestra Nourit Peled es madre de una adolescente asesinada por un kamikaze de Hamas en la calle Ben-Yehuda de Jerusalén, en 1997, sin embargo, ella no hizo ningún reclamo particular a los asesinos de su hija; señaló la responsabilidad del gobierno israelí y continúa su combate por detener la masacre, y por el entendimiento entre los dos pueblos. En el sepelio de la adolescente sacrificada estuvieron los representantes de la Autoridad Palestina de Yaser Arafat, para consternación de los dirigentes hebreos también presentes, como Shimon Peres, entonces ministro de Relaciones Exteriores de Israel.

Tales personalidades debieron asistir a la ceremonia fúnebre porque la maestra Peled es también hija del fallecido general Matityahu Peled, maestro de Historia y del Medio Oriente en la Universidad de Tel Aviv, y miembro del Knessett, quien hasta su muerte dirigió el Consejo Israelí-Palestino por la Paz, y la editorial El Otro Israel. Se trata de un héroe militar que fue también pionero del diálogo con los palestinos.

Antes de que el general Peled abordara el tema, prevalecía la afirmación del 12 de junio de 1967 (inmediatamente después de la Guerra de los Seis Días) por parte del Primer Ministro israelí, Levi Eshkol: “La existencia del Estado de Israel pendía de un hilo pero los deseos de los líderes árabes de eliminar a Israel fueron reducidos a nada.”

Tal dicho fue demolido el 11 de marzo de 1972, cuando el general en reserva Matityahu Peled, quien había sido Jefe del Comando Logístico en la guerra de 1967 y uno de los 12 miembros del Estado Mayor del Ejército, afirmó en Tel Aviv: "La tesis de que Israel estaba luchando por su propia supervivencia física no era sino una cortina de humo que se creó y se difundió después de la guerra”. Los israelíes, añadió, no estaban bajo amenaza de destrucción, “ni como individuos ni como nación”. Mientras los egipcios tenían 80,000 soldados en el Sinaí, Israel tenía “cientos de miles de hombres contrapuestos a ellos.”

El 24 de marzo de 1972 el general Peled escribió en el diario Maariv: "Desde 1949, nadie ha estado en posición de amenazar la existencia de Israel. A pesar de eso, seguimos alimentando un sentimiento de inferioridad como si fuéramos un pueblo débil e insignificante en lucha por preservar nuestra existencia frente a un exterminio en ciernes.” Varios militares de muy altos grados respaldaron su afirmación.

El general Peled esperó hasta entonces para decir la verdad porque se oponía a la anexión de territorios, botín de la guerra: "Al falsificar las causas de la guerra y confundir su verdadero motivo —añadió el general—, el gobierno israelí buscaba hacer aceptable para la gente el principio de anexión parcial o total.”

“Reconquistar las calles”, fue la consigna de ONGs, partidos políticos (Meretz y palomas del Laborista) y del Movimiento Kibutz en el mitin del 4 de agosto de 2001, en la plaza Rabin de Tel Aviv. Se reunieron, según la policía, 10 mil personas, y la nota distintiva fue el discurso de la maestra Nourit Peled, quien habló a nombre de los Padres en Duelo:

"Cuando venía aquí, pasé por la tumba de mi hija, para decirle que esta semana ella tenía dos nuevos hermanos, los dos hermanos Mona'em, de ocho y diez años, asesinados en Nablus por el que se llama a sí mismo “el ejército más moral del mundo”. Víctimas, como ella, del racismo y de la ocupación. Bajo tierra ocupada, con su destrucción y corrupción, nuestros hijos habitan en paz y amistad, sin nadie que pregunte en qué Dios creen o en lo que se encuentre escrito en sus tarjetas de identidad, si la ocupación les hubiera permitido llegar a los dieciséis años. Todas estas distinciones se han enterrado junto con sus pequeños huesos. Yo pertenezco a un club exclusivo, el club de los padres cuyos niños son ahora los hermanos de mi Smadar. La mayoría de ellos, son palestinos. Es una lástima que ninguno de ellos se encuentre en esta tribuna ahora, en esta reunión por la paz. Porque ellos son mis hermanos y hermanas, ellos que en este momento pasan hambre encerrados en los ghettos.

"Yo soy, como dije, miembro de un club exclusivo. Este club no incluye a miembros del ejército más moral del mundo, que sin un juicio ejecuta a sospechosos desarmados. No incluye a padres que llevan a sus niños a vivir a tierra robada, para ser asesinados o para crecer como ocupantes y asesinos. No incluye a generales que exigen “pruebas de locura” a un muchacho que no quiere matar a otros o que lo maten a él. Yo pertenezco a aquellos que piensan que la muerte de un niño, cualquier niño, es la muerte de todo un mundo. Por eso, mi club, extiende los brazos abiertos a todos los impugnadores de conciencia, y los mira como los más valerosos luchadores de este momento y lugar.”

Nota y traducción de Rubén Moheno




Israël : ma part de vérité - Livnat

par Limor Livnat

ministre israélienne de l'éducation nationale


Le Monde, 21 décembre 2001


Sous prétexte de "dire quelques vérités élémentaires" et sous couvert de leur respectabilité universitaire, Elias Sanbar et Pierre Vidal-Naquet se sont livré, dans les pages de ce prestigieux journal (Le Monde daté 16-17 décembre), à une attaque très politique du gouvernement dont j'ai l'honneur d'être membre. Voici, messieurs, quelques "vérités élémentaires" que vous avez oubliées.

La conquête de la terre d'Israël par les Hébreux, qui s'étendit sur deux siècles (entre 1200 et 1000 av. J.-C.), aboutit à l'établissement du Royaume d'Israël en 1005 av. J.-C. La destruction du Premier Temple par les Babyloniens en 586 av. J.-C. et celle du Second Temple par les Romains en l'an 70 de l'ère chrétienne ne mirent pas fin à la présence juive en terre d'Israël. En l'an 164, les juifs constituèrent une force armée pour lutter aux côtés des Perses et libérer Jérusalem du joug byzantin [sic. Il faut lire : 'romain'. L'empire byzantin n'existait pas encore, à cette époque. Remarque de Soeur M.-M. Kraentzel, secrétaire de CJE).

Ce n'est qu'après l'invasion arabe (636) que les juifs devinrent pour la première fois une minorité dans leur propre pays. Les Espagnols connurent un sort similaire en 711, et ce n'est qu'à l'issue de nombreux siècles de lutte que les deux peuples libérèrent leur pays : huit siècles dans le cas des Espagnols, douze dans le cas des juifs.

Au cours de ces douze siècles, la présence juive en terre d'Israël ne s'effaça jamais, et la reconquête du pays devint l'aspiration suprême du peuple dispersé. Le "retour à Sion" fut et continue d'être le refrain qui scande la prière tri-quotidienne, les fêtes et les mariages juifs.

Au Moyen Age, la présence juive commença à se renforcer sous l'égide des grandes figures du peuple juif. Au XVIIe siècle, la population juive se renforça à la suite de l'immigration provoquée par le faux messie Shabbtai Zvi, et, dès 1868, les juifs constituaient la majorité de la population de Jérusalem.

Ce n'est qu'avec l'affaiblissement, puis l'effondrement de l'Empire ottoman que la reconquête de la terre d'Israël devint possible. Les promesses non tenues des Lumières, dissoutes dans le nationalisme et l'antisémitisme européens, convainquirent de nombreux juifs de la nécessité du retour à Sion - une nécessité tragiquement confirmée par la Shoah.

L'immigration juive en terre d'Israël, qui s'intensifia dès 1881, contribua à un essor économique sans précédent. Cet essor attira une immigration arabe massive en provenance des autres provinces de l'Empire ottoman. La terre d'Israël (baptisée "Palestina" par l'Empire romain et rebaptisée "Palestine" par ses descendants anglo-saxons) était quasiment vide et désolée avant les grands mouvements migratoires de la fin du XIXe siècle, comme en témoignèrent tous les archéologues et écrivains qui la visitèrent à l'époque. Thomas Shaw, Constantin Volney, Alexander Keith, J.S. Buckingham, Alphonse de Lamartine, Mark Twain et Arthur Stanley s'accordent tous sur le fait que la "Palestine" était un désert parsemé de rares bourgades. La restauration de l'Etat d'Israël est l'expression du droit du peuple juif à disposer de lui-même. Pour les juifs, elle constitue l'aboutissement d'une lutte nationale. Nombre d'Occidentaux, en revanche, ignorent, ou nient cette continuité et transforment le retour en invasion, la libération en colonialisme. Ils suivent la ligne de pensée de Toynbee qui, ayant décrété que le peuple juif était un "fossile", voyait dans la renaissance d'Israël, une anomalie. L'incohérence de cette perception est pourtant évidente : si les juifs sont étrangers aussi bien dans leurs "pays d'accueil" que dans "la terre de leurs ancêtres", où sont-ils chez eux ? Et si leur mouvement de libération nationale est un colonialisme, où est leur métropole ? A Auschwitz ? Après tout, le peuple juif est le seul peuple du Moyen-Orient qui parle une langue et pratique une religion vieilles de plus de 3 000 ans.

Comme le stipule la Charte de l'OLP, les Arabes palestiniens font partie intégrante de la nation arabe, laquelle nation dispose de vingt-deux Etats. Avec la division de la Palestine mandataire en 1922, les Arabes palestiniens se virent octroyer un Etat sur 80 % du territoire qui fut promis aux juifs en 1920 par la Société des nations. Le roi Hussein le répéta plus d'une fois : "La Jordanie est la Palestine." Décimés par la Shoah, les juifs durent se résigner à une deuxième amputation de leur pays en 1947 : bien que le plan de partage de l'ONU ne leur attribuât que 10 % de la Palestine mandataire, ils acceptèrent le compromis onusien. Les Arabes le rejetèrent et firent tout pour détruire le minuscule Etat juif. Sûres de leur victoire, les armées arabes sommèrent leurs frères palestiniens de quitter leurs maisons en attendant le retour imminent.

Après la victoire d'Israël, l'Egypte s'empara de Gaza, et la Jordanie [s'empara] de la vallée occidentale du Jourdain (rebaptisée "Cisjordanie"). Cet état de fait dura jusqu'en 1967, mais pas un pays arabe ne parla de "territoires occupés" ou de reconnaissance d'Israël. C'est en 1964, trois ans avant la guerre de six jours, que Nasser créa l'OLP, non pas pour "libérer" la Cisjordanie (alors sous occupation jordanienne), mais pour raser l'Etat juif et le remplacer par une Palestine arabe sous égide égyptienne. La Syrie vit toujours dans l'OLP un cheval de Troie égyptien, et c'est Assad qui déclara à Arafat : "Il n'y a pas de peuple palestinien, et la Palestine fait partie de la Syrie." De fait, Arafat, né au Caire, est Egyptien.

La cause principale de la tragédie palestinienne fut le refus du monde arabo-musulman d'accepter que les juifs fussent souverains en dahr el-islam [territoire de l'Islam]. Israël ne pouvait négocier le statut final de la Judée-Samarie avec une organisation vouée à sa destruction. En 1974, l'OLP approuva le "plan par étapes" : accepter dans un premier temps l'établissement d'un deuxième Etat palestinien en Cisjordanie et à Gaza pour faciliter la destruction d'Israël. Comment pouvait-on demander à Israël de s'associer à la mise en œuvre de ce programme ?

En 1988, Arafat déclara dans les médias occidentaux qu'il reconnaissait Israël, mais il assura immédiatement aux médias arabes que cette "reconnaissance" n'était qu'une manœuvre tactique. En 1993, il signa les accords d'Oslo, puis expliqua, peu après, dans une mosquée de Johannesburg, que, pour lui, Oslo n'était que la répétition du pacte signé entre le prophète Mohammed et la tribu qurayshite en 629 : une trêve signée en position de faiblesse pour mieux vaincre l'ennemi, le temps venu. La politique d'Arafat (dont l'Autorité Palestinienne devint souveraine en 1995 sur la totalité de la population arabe de Judée-Samarie) confirma, dès le premier jour, ses véritables intentions : constitution d'une force armée, incitation à la haine antijuive et délégitimation d'Israël dans les médias et dans les écoles, coopération avec le Hamas et le Jihad islamique, et refus d'abroger la Charte de l'OLP (appelant à la destruction d'Israël). Le tout en violation grossière des accords d'Oslo.

Les accords d'Oslo ne comportaient aucune clause exigeant le "gel des implantations" et avaient explicitement repoussé ce sujet aux négociations sur le statut final. Par ailleurs, lesdites "implantations" n'occupent que 1,36 % du territoire de la Judée-Samarie. Et c'est précisément après qu'Ehoud Barak se fût engagé à les démanteler qu'Arafat déclara la guerre, déclenchée après que Barak eut accepté l'établissement d'un Etat palestinien sur 97 % de la Judée-Samarie et 100 % de la bande de Gaza.

En huit ans de règne, Arafat a "réussi" à établir une dictature corrompue, à faire diminuer le niveau de vie des Palestiniens et à attiser la haine entre Juifs et Arabes. Il est personnellement derrière le meurtre quasi quotidien de juifs et continue de tenir son double discours : celui de la paix - aux médias occidentaux, celui de la guerre - à son peuple.

Le gouvernement d'union nationale d'Ariel Sharon est soutenu par une écrasante majorité d'Israéliens, dont la volonté d'arriver à la paix a été bafouée par Arafat. Ce gouvernement ne fait qu'appliquer le droit à l'autodéfense en éliminant les bombes humaines avant qu'elles n'explosent dans nos autobus et nos rues piétonnes. Il est prêt à un compromis, mais pas au suicide démographique que veut lui imposer l'OLP. L'espoir ne reviendra que lorsque les Arabes palestiniens remplaceront le terroriste impénitent qui les mène à leur perte par des dirigeants plus raisonnables et moins lâches.


Limor Livnat est la ministre israélienne de l'éducation nationale.

1 comentario:

  1. Gracias Marcos por recordar el nombre de Nurit Peled, una madre en resistencia cuyo nombre traté de recordar el último tiempo. Es una madre insumisa, que llama a la rebelión de las madres para que dejen de entregar a sus hijos en sacrificio al fetiche del Estado.
    Gracias también por la lúcida escritura conjunta de Elias Sanbar y Pierre Vidal Naquet que a pesar de todo abre un rayito de esperanza de paZ. Y por darnos la oportunidad de contrastarla con la respuesta de Limor Livnat que compendia el discurso de la pax (curiosamente le da la razón a Nurit Peled: hay un miedo que se justifica como amenaza demográfica y que Nurit Peled llama con palabras muy distintas "miedo al útero musulmán"). En fin, palabras de hormiguitas ante una palabra de hormigón.

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